Respecto al cuadro de situación

Finalmente, desde la conducción del sector mayoritario del movimiento nacional y popular se produjo una declaración sobre el cuadro de situación bajo el título de “Argentina en su tercera crisis de deuda”.

El trabajo, fechado en febrero del corriente año, lleva la firma de Cristina Fernández de Kirchner y resulta necesario primero conocerlo (puede leerse completo aquí) y, de seguido, formular algunas reflexiones.

Luego de una breve introducción, el informe consta de una primera parte, denominada “La clave histórica” (15 páginas), un segundo capítulo titulado “La clave económica y política” (12 páginas) y culmina con las necesarias “Conclusiones” (6 páginas).

En la primer sección se evalúa la situación de nuestro país a través del análisis de la primera crisis de deuda (1976-1989), la segunda (1989-2001), la reestructuración y el FMI: el fin de la segunda crisis de deuda (2003-2015) que se extiende a los gobiernos de Macri y Alberto Fernández y culmina con “Un showman-economista en la Rosada” (2023-2027).

A lo largo de esta primera sección se refiere que “junto a la valorización financiera y la inflación apareció el dólar como objeto de deseo y comenzó a consolidarse el bimonetarismo”, se historia el estrepitoso fracaso del alfonsinismo, se trata con excesiva benevolencia a la miserable gestión de Menen, se recuerda la convertibilidad de Cavallo, el gobierno de la Alianza y su trágico final.

A lo largo de este proceso se destaca el permanente crecimiento de la deuda externa (excepto durante la gestión del kirchnerismo), el retorno del FMI en la gestión de Macri, se considera con indulgencia el periodo del Frente de Todos y solo al final, evaluando la reaparición de Sturzeneger, como asesor de Milei, se le considera “el compilador del DNU 70/2023 y del proyecto de Ley Ómnibus. Ambos instrumentos constituyen un paquete de modificaciones del sistema legal argentino a medida de los principales grupos empresarios y lo que es más grave aún una reforma encubierta de la Constitución Nacional”. Es la única referencia durante quince páginas al fenómeno crucial de nuestra sociedad. Quienes a lo largo de estos años se han convertido en los dueños de la Argentina aparecen finalmente en este comentario marginal.

En el segundo capítulo, en la introducción, se expresa que la historia expuesta en la primera parte tuvo como objeto mostrar “los efectos absolutamente desestabilizadores y devastadores que ha tenido sobre los gobiernos, las instituciones democráticas y la representación política de los partidos, la distorsión económica provocada por el endeudamiento desenfrenado al afectar el patrón de acumulación económica del país, agravar la restricción externa y profundizar su carácter bimonetario”, para agregar a renglón seguido que “el fracaso de los programas neoliberales de ajuste y endeudamiento, con o sin privatizaciones y sus secuelas con el aumento de pobreza y violencia para el conjunto de la sociedad argentina, siempre ha significado un excelente plan de negocios para algunos pocos. Cada ciclo neoliberal terminó cristalizando una formidable transferencia de ingresos de todos los sectores argentinos a los grupos más concentrados de la economía“.

Esta es la segunda y última referencia a los dueños del poder. No busques más. Es al pedo.

A continuación se expresa que “la cuestión es el modelo”, se cuestiona (con razón) que el déficit fiscal y la emisión monetaria resulte la causa única de la inflación, se recuerda una memorable frase de Milei sobre el endeudamiento con el FMI por parte de… ¡Caputo! y se termina expresando (también con razón) contra las tres reformas impulsadas por el Proyecto de Ley Ómnibus: “La primera se trata de la modificación de los límites para la toma de deuda soberana impuestos al Poder Ejecutivo por la ley 27.612…”; la segunda “…habilita lisa y llanamente a la liquidación del Fondo de Garantía y Sustentabilidad de la ANSES…” y la tercera es la habilitación para que se privaticen activos del Estado. Asimismo hay una no menos justa oposición a la dolarización.

Como varias veces se dice en el informe “una digresión”. Es un lugar común en las declaraciones de los “analistas” políticos y económicos de los últimos tiempos, afirmar que el “ruido” de la política (discusiones públicas o privadas al interior o al exterior de un gobierno) perjudican a la economía”. Y ahí se exponen los hechos políticos acaecidos entre 1955 y 1975 (desde el bombardeo a Plaza de Mayo hasta el fusilamiento de los 22 guerrilleros detenidos en el penal de Trelew) (1) y más adelante los ocurridos entre 2003 y 2015 (desde la resolución 125 hasta la sequía de 2009). Evidentemente esa parrafada intenta negar la incidencia de las divergencias expuestas por el Frente de Todos durante su mediocre gestión (2019-2023) pero ni remotamente salvan semejante desvarío que sin duda ha sido una de las causas del triunfo del insólito actual gobierno.

Finalmente se llega a las conclusiones.

Y en ellas se asegura que nuestro país está atravesando la tercera crisis de deuda incubada en el gobierno de Macri y las medidas adoptadas a partir del 10 de diciembre de 2023 parecen querer desencadenar una crisis como las de 1989 y 2001. Al mismo tiempo, se reconoce la legitimidad se la que está investido el presidente Milei.

A partir de este punto sorprenden algunas manifestaciones que sin duda son una clara expresión del peso de las ideas de la derecha (es decir de los “dueños del país”) en la Argentina . Así, por ejemplo, se expresa que “estamos de acuerdo en que la Argentina debe revisar la eficiencia del Estado… y se debe analizar y controlar la correcta asignación de recursos…”; que “nos parece fundamental discutir un sistema tributario simplificado, con pocos impuestos (un sistema progresivo)…”; “…sostenemos la necesidad de replantear el actual sistema público de salud… por su inequidad e ineficiencia en términos de asignación de recursos”; “resulta ineludible discutir seriamente un plan de actualización laboral…”; hay referencias a la escuela pública, la integración de las empresas del Estado, a un régimen de incentivo a las grandes inversiones y, para cerrar, en materia de seguridad afirma que “debemos abandonar el consignismo” “Esta enumeración no es de carácter taxativo sino enunciativo”, termina.

Esta enumeración no deja lugar a dudas: está abordando los temas conceptuales que la derecha viene desplegando como esenciales en el debate político en los últimos años y no hay aportes que diferencien al pensamiento nacional de las maltrechas ideas del enemigo. Este allanarse a las viejas argumentaciones de “los dueños del país” implica una resignación ante la derrota en lo que podría llamarse “la batalla cultural”, un modo de lograr algún tipo de diálogo con los contrarios o un intento de recuperar la centralidad perdida; pero independientemente de la intención última debe tenerse en cuenta que encarar prioritariamente estos temas en las actuales circunstancias, luego de la derrota electoral, implica resignarse a un debate donde el pensamiento nacional está muy debilitado y se corre el riesgo de la imposición de los criterios predominantes alcanzados en cada caso por el enemigo.

Es digno reconocer que se sostienen ideas fundantes: las consecuencias nefastas del neoliberalismo, la cuestión del déficit fiscal, las consecuencias de la emisión monetaria, el tratamiento de la inflación, el resultado de la balanza de pagos (por la cuenta corriente o por la cuenta capital), la oposición a la dolarización, la negativa a que Milei-Macri sigan endeudando al país mediante la derogación de las leyes de Sostenibilidad de la Deuda…

Pero no alcanza, no es suficiente.

¿Acaso el movimiento popular no tiene una agenda propia? ¿No puede informar el enorme daño que implica el poder ilimitado de los grupos concentrados de la economía? ¿No puede proponer como regularlos y llevar a cabo una política de ajuste que no se dirija tan solo a los sectores mayoritarios sino que afecte a las élites? ¿No tiene el intento de develar a la población que nuestros males, nuestros padecimientos (el trabajo precario, el salario insuficiente, la inflación galopante, la falta de vivienda digna, el encarecimiento de los servicios, la mínima educación de nuestros chicos, la miserable atención sanitaria de nuestros hospitales) no son una maldición de algún dios empeñado en castigarnos, mucho menos de una naturaleza sin capacidad para contenernos, sino obra de un pequeño grupo (monopolios) con un enorme poder económico que no tiene limites?

Hablemos a calzón quitado: nadie piensa hoy en hacer una revolución. Cuando Néstor Kirchner asumió el 25 de mayo de 2003 fue muy claro en sus conceptos. Habló de construir un capitalismo moderno y competitivo. Veinte años después la economía argentina se ha cartelizado como nunca en su historia. Ello significa que la dejamos así, en manos de ese poder aparentemente ilimitado que le permite a un grupo de empresas dominar todas las variables de nuestra economía o enfrentamos a ese poder con un programa de desarrollo que incluya a esas mismas empresas y también al conjunto de los argentinos, comprometidos todos en la construcción de una nueva sociedad, donde la necesaria ganancia empresaria no sea tanta que conlleve la pobreza de las mayorías populares, que cree trabajo digno y bien remunerado, que genere un mercado interno indispensable como base para el desarrollo, que aproveche las enormes ganancias que pueden prodigar nuestras exportaciones sin pretender que el pueblo que las produce pague costos internacionales en el mercado local. Hablamos, en definitiva, de un capitalismo humanizado, mínimamente humanizado.

Todo esto implica un plan alternativo a este laberinto al que nos han llevado el endeudamiento feroz de Macri, la imbécil gestión del Frente de Todos y la payasada de este gobierno que podría ser desopilante sino fuera tan trágico, pero teniendo en cuenta que el endeudamiento de Macri fue a favor del poder concentrado, la imbecilidad de Alberto Fernández fueron sus claudicaciones ante los “dueños de la Argentina” y que el payaso, este insuficiente mental que hoy ¿gobierna? les responde en alma y vida.

Y a esta altura llegamos a la pregunta del millón: ¿Qué pasa si esas élites no se avienen a un proyecto de esta naturaleza?

 

(1) Curiosamente se omiten los enfrentamientos armados entre peronistas (1973-1976).

 

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