Mal que nos pese

El triste, torpe, estúpido camino que hemos recorrido en los últimos cuatro años del gobierno que debió ser nacional y popular, nos condujo a esta encrucijada donde podrían cruzarse los destinos de Edipo y su padre. El pobre hombre que gobierna este pobre país he tenido una pésima relación con el suyo pero a diferencia de aquel esa mala relación fue extensiva a su madre. Al menos eso es lo que cuentan.

Mal que nos pese el rencor acumulado en su pensamiento, las ansias destructivas de la motosierra o la licuadora, el odio que transmite en cada acción, el autoritarismo que desea ejercer, el desprecio hacia los sectores más humildes, la adhesión a ideas estrafalarias, el fingido misticismo y el vocabulario de los bajos fondos que utiliza, son una consecuencia directa de esos malos tratos infantiles. Pero él ha sabido cultivarlos con pasión, propia de los malos bichos.

Lo que resulta lamentable es que semejante energúmeno haya accedido a la primera magistratura por el voto popular y pese a los desaguisados llevados a cabo en los primeros cien días de gobierno conserve una adhesión cercana al voto que lo impulsó, de nuevo mal que nos pese, al cargo que ejerce.

En estos cruentos cien días han existido exteriorizaciones de sectores importantes de la sociedad contra sus políticas. Las más destacadas fueron la temprana marcha de la CGT, la convocatoria femenina para el 8 de marzo y, por supuesto, la conmemoración del 24 de marzo.

Ante semejantes manifestaciones el gobierno se mantuvo impávido. Ha manifestado su desprecio por el sindicalismo, desmontado el ámbito en su momento establecido en la Casa Rosada dedicado a la mujer y lanzado films provocadores con una mirada, mal que nos pese, justificatoria del golpe de estado de 1976.

Sin embargo, lo más desconcertante es la actitud de los partidos políticos: en el PRO, la actitud de Rodríguez Larreta es tratar de diferenciarse del engendro en el que participan Macri y Bullrich; las huestes de Carrió han tomado una prudente distancia; en el radicalismo, como siempre, mal que les pese, el ala derechosa no tiene pudor en sumarse y otros más inteligentes tienen una actitud crítica (Lousteau), pero tampoco les pidamos milagros; en tanto el peronismo, merece un capítulo aparte.

Siempre han reivindicado su condición de movimiento, lo que les permite integrar en sus filas una variada gama de faunas de distinto origen y pelaje. En tiempos no tan remotos los sectores juveniles, revolucionarios y listos para la acción no pudieron convivir con los dinosaurios de la derecha partidaria. Sabemos que terminaron a los tiros.

El último gobierno expuso esas posiciones extremas, afortunadamente sin tiros.

Pero, mal que les pese, continuaron conviviendo, en tiendas distintas, en algunos casos muy diferenciadas: el sector que responde a Cristina puso la mayor parte de los votos, Alberto algo y Masa un poquito. De nada valieron las advertencias de la vice en público al presidente. La cosa terminó con el acceso al gobierno de este engendro que padecemos.

Pero siguen sin aprender las lecciones de la historia. En el reciente encuentro del Partido Justicialista (PJ), donde estaba prevista su reorganización, se postergó la integración de una Comisión de Acción Política, cuyos integrantes, se supone, deberían formular propuestas para enfrentar al monstruo. Ya lo dijo hace mucho el creador del PJ: “Cuando no se quiere resolver un problema se crea una comisión”. Aquí no estamos ante un problema. Estamos ante un delirante dispuesto a aplicar un proyecto que busca la destrucción de nuestro país. Es necesario encontrar planes alternativos a las propuestas de esta banda de filibusteros al servicio del gran capital.

Porque, mal que nos pese, esta gavilla de desfachatados, no son otra cosa que eso: el instrumento del que se valen las corporaciones que se han apoderado de nuestra Patria para terminar de apropiarse de las riquezas que nos quedan.

Hablemos claro: en la Argentina existen no mucho más de veinte grandes corporaciones que manejan no mucho más de quinientas empresas que son dominantes en todas las áreas de la economía: monopolizan la producción, regulan los precios, se desconocen sus costos reales, truchan sus estados contables para pagar menos impuestos. Mal que les pese a quienes lo votaron, Milei es hombre de esta gente y, en consecuencia, todo su programa de gobierno apunta a consolidar la posición del gran capital. Tratarán de encontrar la manera de explotar las capacidades adquiridas, por nuestra economía. Quieren manejar Vaca Muerta no para autoabastecer al país sino para exportar en grandes dimensiones al exterior; ansían explotar los minerales raros, sin trabajo incorporado, de manera primaria y brutal. El Imperio le ha puesto el ojo a estos recursos, que le son imprescindibles para su desarrollo y las grandes financieras también.

La intervención de Milei en el Foro Económico Internacional de las Américas, en un extensa exposición de casi una hora, es ilustrativa de su “pensamiento”. No lo vamos a reproducir aquí, no vamos a ensuciar este espacio con su palabra y su imagen pero podes encontrarlo en YouTube. Si te animás a vivir la experiencia de seguir a esta triste y siniestra figura durante el mismo podrás ver hacia donde se dirige y cual es su objetivo final.

Pese a ello, mal que nos pese, ese ínfimo, diminuto, descarriado personaje es nuestro presidente.

¿No será el momento de decir que nos pesa mal?

 

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