Un espacio que es opaco para la mayoría de la población es el Congreso de la Nación. En estos días vemos una enorme cantidad de negociaciones, que en muchos casos no se entienden del todo. Danzas de nombres, que incluyen diputados, asesores, leyes, disposiciones, objetivos de máxima y de mínima desde los distintos integrantes de la Cámara de Diputados, que se agrupan, es decir que forman bloques, incluso con nombres nuevos.
Esta es la institución más democrática del sistema republicano, ya que están representados los distintos sectores de la sociedad que cumplieron una cantidad de requisitos, es decir no todos los sectores, pero sí muchos. Por eso es el poder más democrático. El ejecutivo es unipersonal, el presidente. El judicial, que es el otro poder, cierto que está integrado por una gran cantidad de personas, pero su elección también es opaca y además es de por vida.
El viernes 2 de febrero se votó en general la ley ómnibus, que el ejecutivo insiste en llamar ley ”base y puntos de partida para la libertad de los argentinos”. La sanción en general significó cantidad de acuerdos y desacuerdos, muchos de los puntos en discusión continuarán tratándose el martes 6 cuando se reinicien las sesiones, para abocarse a cada artículo en particular. En diputados todavía falta mucho, además falta el Senado, donde con seguridad se va a continuar tratando de conciliar posiciones para que el ejecutivo tenga su ley que, siendo la primera, tiene un gran valor real y simbólico.
Hay denuncias de una situación incorrecta en el sentido que lo que corresponde debatir en el Congreso, es lo previamente establecido en las comisiones respectivas, que son las que habilitan su tratamiento. Esto es el dictamen, que dicen que durante su tratamiento, en pleno debate, seguía reescribiéndose. Se verá que pasa con el tratamiento en particular, pero todos auguran muchas dificultades o trabas para que salga su aprobación. Una vez que ocurra, volverán las negociaciones en el senado. Si lo aprueba tal como viene de diputados se convierte en Ley, si introduce modificaciones, debe volver a diputados a continuar debatiéndose. En cualquier caso para la sanción de la ley falta mucho para un gobierno recién asumido, que con su primera iniciativa también se juega mucho, en credibilidad y capacidad de gestión.
Una parte, al menos, de las dificultades que encuentra el gobierno de Milei en el congreso, está asociada a que su representación refleja el resultado de la primera vuelta de las elecciones, esas en las cuales obtuvo el 30% del electorado, ese es el porcentaje de representación que obtuvo en diputados y como en esa cámara se renuevan por mitades y de la anterior elección (2021) obtuvo 2 diputados, está en minoría y se ve obligado a buscar apoyo en otras bancadas para impulsar sus iniciativas. En el senado su representación es aún menor ya que se renueva por tercios y de la anterior elección no tenía ninguno.
Esta situación incomoda al gobierno, le dificulta concretar su plan. Se debe tener en cuenta además, la posibilidad de que si los resultados de sus políticas se demoran en el tiempo, se achique su popularidad. Aquí se descubren los límites de la democracia. Es lenta, cuesta mucho que sea transparente -las negociaciones no lo son- son muchos los participantes, con intereses encontrados; en gran medida dificulta llevar adelante propuestas muy transformadoras como la que pretende este gobierno.
El siguiente paso es buscar soluciones. En estos días se conocieron declaraciones del ministro del interior, Guillermo Francos, uno de los participantes en todas las arduas negociaciones en marcha, opinó sobre la conveniencia de reducir la cantidad de representantes, achicar el número de quienes tengan voz y voto en el congreso. El objetivo declarado es no tener esos límites que el funcionamiento de las instituciones le imponen al ejecutivo.
El argumento central es la emergencia, no se debe perder tiempo, lo que se debe hacer, se debe hacer y ya. Una evidente salida autoritaria. Argumentan que las largas discusiones, por los muchos interesados, nos perjudica a todos, ya que los males continúan y no se los puede encarar. La democracia está bien pero para los tiempos tranquilos, estos no lo son. La apelación al autoritarismo clásico es la situación de guerra, no hay tiempo para discutir.
Esto no necesariamente es así, algún ejemplo de la Grecia clásica donde los debates se hacían en la plaza pública y lógicamente eran extensos, lo desmiente. De todas maneras aquí, hoy, no estamos en guerra. Aunque tal vez debemos pensar si en realidad quiz haya una guerra no declarada contra un sector de la sociedad.
Se puede pensar también en que la dificultad está en un congreso tan fragmentado
y queda un ejecutivo muy en minoría. Para superarlo se podría volver a la consagración a ocupar el ejecutivo a la primera minoría, es decir eliminar el balotaje, donde la votación parece concentrarse más en contra que a favor de un candidato. Sin balotaje Milei no sería presidente. Esta aventura tan extraña no estaría en discusión La agenda seria otra.
No sabemos cual, también eso es parte del problema.
Seguro que todos los problemas que tenemos se deben encarar, para poder solucionarlos, con más democracia. Nunca menos.
Ricardo Grosso
febrero 2024