En los últimos días he tenido acceso, por distintos medios, a variadas interpretaciones de la situación que atravesamos los argentinos.
No vamos a inventariar nuevamente nuestros males.
No vamos a decir lo que nos falta ¡que es tanto!
Pero vamos a señalar algunas cosas que nos pasan.
1) La colosal concentración de la tierra, desde antes de constituirse la Nación Argentina y después más. No faltará quien diga que no está de moda hablar de la “reforma agraria” pero que esa posesión de una riqueza incomparable en manos de unos pocos ha dado lugar a una oligarquía que tiene vigencia hasta nuestros días es innegable. Algo se debe hacer en este tema;
2) La automatización, gran logro de la ciencia y la tecnología, ha reducido la carga del trabajo y con ello ha reducido una importante cantidad de puestos de trabajo. Pero no por ello ha muerto la “lucha de clases” que cada día es más evidente, aunque se la quiera ocultar por distintos medios. No en vano los grupos dominantes quieren restringir derechos vigentes de los trabajadores y algunos sectores del gremialismo (también los conocidos de siempre) parecen dispuestos a hacer concesiones;
3) Esos procesos, en nuestro país y en la mayor parte del mundo han dejado sectores vulnerables, alejados de los procesos productivos pero este hecho marca un momento especial en el desarrollo social, que en el devenir de los transformaciones se verá seguramente modificado, porque la historia jamás se cristaliza, siempre cambia, todo cambia;
4) La política de “desguace” del Estado fomentada desde siempre por los sectores privados dominantes, aplicada desde la larga y sangrienta dictadura (1976-1982) y consumada por el gobierno “peronista” de Menem privatizó los servicios públicos e importantes empresas productivas en manos del Estado. Salvo algunas recuperaciones recientes (YPF, Aerolíneas Argentinas, el Correo, servicios ferroviarios, AYSA), esa política no ha sido alterada y configura la existencia de un Estado “bobo”, incapaz de controlar e infeccionado de administradores en muchos casos funcionales a los intereses del sector privado;
5) Una de las medidas más descabelladas de ese modelo, que contó con el acuerdo de todo el arco político (Menem-Alfonsín) fue establecer en la reforma constitucional de 1994 la propiedad provincial de las riquezas del subsuelo, con las consecuencias que están a la vista (negociación entre provincias débiles y monopolios poderosos, enriquecimiento de viejas oligarquías provinciales y nacimientos de nuevos ricos en el marco de tales negociaciones);
6) Simultáneamente con dicha reforma se acordó la privatización del río Paraná. que bajo la engañosa denominación de “hidrovía” permitió la instalación de una organización dedicada al saqueo de una parte de nuestras exportaciones habida cuenta que los puertos sobre la cuenca están en manos de empresas privadas que llevan a cabo sus exportaciones por medio de ¡”declaraciones juradas”!;
7) De ese procedimiento se valen las mineras foráneas para llevar a cabo sus exportaciones de todo tipo de minerales, sin el menor trabajo local agregado, por los que pagan un mínimo “royalty”, tan mínimo que resulta escandaloso comprobar como el país se desprende de sus recursos naturales de esta manera;
8) Pero son procedimientos que vienen de lejos. Desde hace muchos años en materia educativa el Estado se hace cargo de los salarios docentes de empresas de educación privadas que crecen en algunos casos en forma descomunal a expensas de semejante “negocio”;
9) Y como el tema es recurrente, otro tanto ocurre en materia sanitaria: el Estado atiende a un amplio sector de la población de escasos recursos (tan escaso como los del propio Estado) con buenos resultados y en muchos casos con atenciones de excelencia, en tanto que la medicina privada no deja de crecer, construir edificios dotados de una alta hotelería, tan alta como el costo de sus servicios, que son carísimos;
10) Casi sin darnos cuenta, con mucha paciencia y mucho chamuyo, se ha construido en la Argentina una sociedad dual, como aquella que caracterizó a la Argentina del primer centenario, con sectores muy privilegiados y otros sumidos en la miseria. Y para que no falte nada aparecieron los macaneadores que descubrieron… “la grieta”. La grieta vendría a ser la enorme división instalada en la sociedad argentina por las ideas poco menos que disolventes de los sectores que responden al movimiento nacional y popular, “el populismo”, ese sector que se caracteriza por facilitar que los que no quieren laburar tengan un ingreso que les permita apenas sobrevivir.
Este tema, planteado burdamente en los medios de comunicación que responden a las ideas de la derecha, repetido hasta el cansancio como se aconsejaba en la Alemania nazi, llega a hacerse carne en los propios afectados.
Pero ello resulta mucho más grave cuando desde el campo popular, dirigentes del mismo, opinan con ligereza sobre estas circunstancias que nos impone el poder dominante. Así, María Victoria Anadón, titular del Organismo Provincial de Contrataciones (OPC), en un reportaje reciente expresa: “Creo que hay que pensar en un nuevo capitalismo posible. En el rol estratégico de los Estados cuando compran para fomentar determinadas áreas de la economía. Eso permite ser incidente en los precios… puede haber un sector deprimido de la economía al cual el Estado puede salir a comprarle estratégicamente… actuar contracíclicamente…”
Si el rol del Estado se limita a ello, el poder real “se come a Caperucita”.
Es imposible regular al capitalismo con medidas tan complacientes. Es ingenuo suponer que se puede dominar a los dueños del capital con pequeñas modificaciones en los modos de comercialización.
La sola posibilidad de semejantes propuesta revela la falta de ideas para combatir a un poder tan concentrado y, probablemente, la ignorancia de la magnitud del enemigo que hay que enfrentar.
Quizá por ello, algunos intelectuales, con aportes bibliográficos de Matías Kulfas, ¡Diego Bossio! y Felipe Sola, aseguran que en la gestión de Duhalde, el peronismo, el viejo partido de la igualdad devino en el partido de la gobernabilidad. Y luego de citar a Wright Mills o Daniel James afirmar que es el “eterno administrador del descontento”. Es el caso de Martín Rodríguez.
Otro sostiene que “hasta donde sabemos, fue Perón quien implementó el Plan de Austeridad del 52 y firmó el primer contrato con la Standard Oil California…” Y en verdad sabe mal porque ese plan fue consecuencia de un par de años de sequías que soportó nuestro país, acompañado de los planes del Imperio sobre Europa, donde el Plan Marshall regalaba el trigo y generaba la baja de los precios internacionales de los granos. Pero si bien es cierto que todos maldecían comer el pan cotidiano amasado con parte de mijo, no se redujo el ingreso de los trabajadores. En cuanto al famoso contrato, fue efectivamente firmado por Perón, pero la enorme mayoría parlamentaria oficialista del Congreso jamás lo aprobó.
Divagar sobre estos temas ocultando la realidad, es decir, no informando que hoy y aquí la Argentina es propiedad de veinte o treinta grupos concentrados dominantes. Es hablar en el mejor de los casos lindo, pero ocultando la realidad.
Esa realidad, una vez que el Pueblo tome conciencia, les pasará por encima a los inventores de tantas “engañapichangas”.
Ahí veremos si el movimiento popular tiene o no potencia transformadora.
28-07-2023