Cuando me separé de su mamá y compartía los fines de semana con nuestra hija, María Victoria, por entonces transitando sus doce años, hicimos un pacto con relación a las salidas que solíamos programar. Si un fin de semana asistíamos a un recital de Fito Páez, el siguiente ella me acompañaba a escuchar a Teresa Parodi, si ella decidía ir a comer hamburguesas luego soportaba ir a la parrilla de Rodríguez Peña a probar la entraña. En una de esas combinaciones amigables fuimos a ver “Esperando a Godot”, la obra de teatro, supuestamente del absurdo, de Samuel Beckett.
El tema aborda la larga espera de Vladimir y Estragón del mentado Godot que no llega nunca.
Su estreno en nuestra país se produjo en los circuitos de teatros independientes en los años cincuenta y tuve oportunidad de ver varias versiones. La que compartí con mi hija, dirigida por Leonor Manso, fue la más bella, muy onírica, con magnífica iluminación. Al menos, para mi gusto.
Hoy los argentinos, al menos algunos, entre los que me incluyo, también esperamos.
¿Qué esperamos?
Salir de este sueño que más parece una pesadilla.
Uno puede llegar a entender las razones por las cuales un personaje con un enorme desequilibrio emocional ha llegado a ejercer la primera magistratura en nuestro país. Lo hemos analizado y si cualquiera se remite a lo publicado en estas páginas encontrará respuesta a tamaño desatino pero aún así algo no cierra sino se sabe qué intereses hay detrás de semejante energúmeno.
El mal sueño, en realidad, nos remite a 2015, cuando la oposición unificada alrededor del PRO permitió el triunfo de Mauricio Macri. La suma del radicalismo y otras fuerzas menores (Carrió, el socialismo) le dieron al empresario la posibilidad de triunfar por menos del 2% en el ballotage.
Desde mucho antes se había desatado la sistemática campaña de desprestigio de los dirigentes populares pero con el nuevo gobierno, a las difamaciones periodísticas le siguieron las causas judiciales. El inicio tuvo lugar en la lejana provincia de Jujuy, donde el radical Gerardo Morales empezó la persecución de Milagro Sala. De a poco, se fueron sumando casos que culminaron con los juicios a Cristina Fernández.
El gobierno de Macri y sus secuaces fue, además, un “endeudador serial” que culminó con el inusual préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI). El derrumbe económico le impidió lograr la reelección y en 2019 se produjo el triunfo del Frente para la Victoria. En las elecciones de 2015, el Frente Renovador de Sergio Massa, asesorado por Alberto Fernández, había contribuido al triunfo del PRO. Cuatro años más tarde, con el triunfo del Frente, Alberto resultó presidente de la Nación y Massa de la Cámara de Diputados. ¡Cosas veredes!
El período de gobierno de Fernández, más allá de sus eternos justificativos (covid/guerra/sequía) sería mejor olvidarlo pero debe ser recordado permanentemente para no incurrir nunca mas en tamaño desatino.
Si se quiere recuperar el liderazgo perdido hay que enfrentar al poder económico que domina las variables macroeconómicas y condiciona el accionar de la Nación y para ello es indispensable fijar los límites y regulaciones imprescindibles para forjar el bienestar de nuestro Pueblo y lograr un desarrollo sostenido e independiente del país.
Ese objetivo no es fácil de alcanzar por el grado de dispersión de las fuerzas populares y el hartazgo de una parte significativa de la población.
Ello es consecuencia de la falta de formación política que impide a una parte importante de la ciudadanía saber cuáles son las razones que nos han inducido a esta derrota. Pero a su vez, ese desconocimiento es el resultado de una dirigencia incapaz de enfrentar a los poderosos grupos dominantes, cuya única estrategia es la negociación y que en muchos casos conduce a la concesión cuando no a la traición de los objetivos propuestos.
En ese accionar tamaños dirigentes son incapaces de informar a sus bases donde se encuentra el enemigo y esas bases quedan inermes ante “el fuego” despiadado de los poderosos que disparan el odio a través de los medios hegemónicos de comunicación.
Sin ir más lejos, en los últimos días, mientras se observa la falta de propuestas efectivas para enfrentar al gobierno cipayo, es duro saber de los enfrentamientos internos, especialmente en la provincia de Buenos Aires, la aceptación de los senadores del campo popular de un impresentable incremento de sus dietas o la fragmentación del movimiento con la emergencia de numerosos personajes dispuestos a demostrar que llevan en su mochila los atributos para conducir.
Porque en medio de este desmadre parece ser que hay muchos Godot.
Y los Vladimir y Estragón somos miles y tenemos penas, porque en realidad esperamos un solo Godot, para encuadrarnos con él y plantear la batalla.
Pero no esperamos cualquier Godot. Necesitamos uno que lleve un programa de liberación nacional, dispuesto a enfrentar a quienes se opongan a un proyecto de desarrollo sostenido, donde se busque la recuperación del mercado interno, la creación de miles de puestos de trabajo, la justa distribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades para todos los que quieran habitar ese hermoso lugar del mundo que elegimos para transitar nuestras vidas.
21-04-2024