¿Quiénes son los más ricos de la Argentina?

La revista FORBES publicó en 2020 que la fortuna personal de los 50 millonarios más importantes de Argentina sumó la escalofriante cifra de U$S 46.440 millones; más recursos que la totalidad de las reservas internacionales del BCRA. Por sus manos pasa el 14 % del PBI de Argentina, según la misma revista. Son los verdaderos dueños del país y tienen nombre y apellido. Solamente Alejandro Bulgheroni (PAE), Marcos Galperín (ML) y Paolo Rocca (Techint), concentran una riqueza de U$S 13.000 millones, casi el 30 % del monto que reúnen los 50 miembros de la lista. Integran esa lista empresarios como Hugo Sigman (Grupo Insud), Enrique Eskenazi (Grupo Petersen), Gregorio Perez Companc, Aberto Roemmers (Laboratorio Roemmers), familia Werthein (TGS, La Caja ART, agronegocios, etc), Eduardo Eurnekian (Cable Visión, Corporación América), Luis Pagani (Arcor), Francisco De Narváez, familia Fortabat, entre otros.

Dentro de la gran burguesía local también hay que incluir a los grandes terratenientes de la Argentina, donde el 1 % de los propietarios concentra más del 34 % de las tierras productivas. Hablamos en gran medida de las familias tradicionales que hace más de un siglo siguen heredando la propiedad ultra concentrada de los recursos naturales. De las 35 familias tradicionales que en el censo de 1913 concentraban la mayor parte de la tierra, 30 siguen siendo grandes propietarios en pleno siglo XXI. Hablamos de familias como Bunge, Bemberg, Werthein, Blaquier, Gómez Alzaga-Gómez, Balcarce-Rodríguez Larreta, Pereyra Iraola-Anchorena, Avellaneda-Duhau-Escalante, Menéndez Behety, Braun Menéndez, Miguens, la familia Pérez Companc, etc. También aparecen importantes terratenientes extranjeros como Benetton, Joseph Lewis, Grupo Wabrook, entre otros tantos.

La Argentina destaca en la región por el nivel de organización de los grandes empresarios y terratenientes, no solamente por ramas (UIA, SRA y cámaras patronales de todo tipo), sino también a través de múltiples fundaciones y “think tanks”, como la Fundación Pensar (vinculada a Cambiemos), Fundación Libertad (que promueve liberales y libertarios con extensión internacional), Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), la Fundación Mediterránea (creada por Arcor en 1977, de donde emergió Domingo Cavallo), entre otros, donde forman y reclutan a sus “intelectuales orgánicos”, cuadros técnicos para la función pública, economistas a sueldo y a muchos de sus voceros periodísticos con predicamento en los principales medios de comunicación. Los grandes empresarios suelen hacer lobby a través de múltiples canales, financiando las campañas electorales de los partidos tradicionales y brindando apoyo a políticos oficialistas y opositores en simultáneo. La fundación INECO, que preside Facundo Manes, apenas un candidato emergente en la interna de Cambiemos, ya cuenta con el apoyo financiero de empresarios “oficialistas” como Hugo Sigman (Grupo Insud), Marcelo Figueiras (Laboratorios Richmond), y otras importantes como Pan American Energy, Aeropuertos Argentina, Roemmers, Elea-Phoenix y Pfizer, entre otros.

El poder de lobby se ejerce por múltiples canales. El imperialismo lo hace directamente a través de funcionarios de organismos multilaterales, embajadas y cámaras de empresarios extranjeros como la Ancham (cámara de comercio de EEUU en Argentina). Recordemos las filtraciones de Wikileaks en 2010 con los informes de la embajada norteamericana de sus reuniones con Sergio Massa, Alberto Fernández y Mauricio Macri.

En el caso de la burguesía local, la organización más relevante es la Asociación de Empresarios Argentinos, cuyo directorio está conformado entre otros por Luis Pagani (Arcor), Paolo Rocca, Magnetto (Clarin), Sebastián Bagó (Laboratorio Bagó), Carlos Miguens (Grupo Miguens), José Cartellone (Construcciones Civiles), Alfredo Coto, Cristiano Ratazzi (Fiat) y Federico Braun (La Anónima). Reúne a los empresarios más importantes de la Argentina y es la que le marca la cancha a todos los gobiernos. Ahora junto a la UIA, que quedó en manos del abogado patronal Funes De Rioja, vienen endureciendo cada vez más sus reclamos corporativos. Actualmente son pocos los empresarios que se muestran cercanos al gobierno, a excepción de Hugo Sigman, José Luis Manzano y Daniel Vila, que se quedaron con Edenor, o Eduardo Eurnekian, pero ninguno tampoco pone las manos en el fuego por el Frente de Todos.

Un rasgo que comparten todas las fracciones burguesas del empresariado local es su baja “propensión inversora” en capital productivo y la fuga de sus ganancias a paraísos fiscales, un fenómeno que se da a escala global y que en países atrasados, dependientes y semicoloniales como la Argentina, con una estructura productiva altamente dependiente de las importaciones de insumos para la producción, maquinarias y tecnologías del exterior, suele ir de la mano de ciclos de endeudamiento externo y crisis de deuda recurrentes. Si en los años 50´ existía alguna corriente industrializadora, “mercado internista”, que apostaba a una burguesía nacional que se pusiera al frente de un proyecto de desarrollo económico “inclusivo” que dispute la soberanía de los recursos nacionales al imperialismo, hoy es mucho más evidente que eso no es más que una quimera. El programa “neodesarrollista” de los gobiernos kirchneristas más bien se ha limitado a administrar la herencia neoliberal, que se mantiene intacta en sus pilares fundamentales.

En síntesis, bajo la epopeya de los gobiernos que se propusieron ayudar a constituir una burguesía nacional, en los hechos este slogan les sirvió para continuar con las ayudas desde el Estado a los principales grupos económicos más concentrados. Desde una perspectiva de largo plazo, la burguesía local no ha demostrado ningún interés en cortar los lazos de la dependencia y el atraso. Por el contrario, como hemos desarrollado antes, la misma se ha ido configurando en una posición subordinada al capital extranjero, a las finanzas internacionales y al imperialismo. Una postura de la cual saca un rédito más que considerable. De aquí que romper con el círculo vicioso de la decadencia es una tarea que necesariamente recae en la clase trabajadora, aquella que mueve con su trabajo los engranajes de la economía y que junto a sus familias constituyen la inmensa mayoría de la población. Para ello se necesita conquistar un gobierno de ruptura con el capital, que expropie los principales resortes de la economía nacional y los reorganice en función de un plan racional y democrático conforme a las necesidades de las amplias mayorías. Solo así se puede iniciar un camino que apunte a terminar de una vez por todas con las penurias que engendra el sistema capitalista.

H.R.

23-06-2023

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