Una fuerza política que se precie, con voluntad de poder, tiene una lectura de la realidad. A esa lectura llega luego de analizar el pasado de donde obtiene inspiración y de donde se nutre para proponer un futuro. Parte de su éxito está asociado a que el encadenamiento pasado, presente y futuro sea tomado como propio por un sector de la sociedad. De esa manera será reconocido por su coherencia, arraigo y previsibilidad.
Si la historia fuese algo que está quieto en el pasado, esto no ocurriría. La historia es lo que habiendo sucedido atrás en el tiempo, de alguna manera sigue pasando. Cada nueva generación la revisa y cada fuerza política también. Para transformar la sociedad, que es la ambición de una corriente de opinión, debe reconocer la forma en que se fue construyendo y si bien algunos hechos no se van a modificar, lo que sí cambia es la valoración que se haga de ellos, su vigencia y su aporte al presente.
Voy a intentar un breve recorrido por algunas de estas valoraciones que fueron exitosas. En el año ’73 el peronismo ganó las elecciones luego de 18 años de estar proscripto. Esta lectura destacaba que la única forma en que el peronismo no era gobierno era impidiendo la libre expresión democrática. Sectores privilegiados, la oligarquía, ocupaban las instuciones públicas por la marginación del peronismo. En 1973 hubo dos elecciones presidenciales. La primera la ganó Héctor J. Cámpora, como delegado de Perón con casi el 50% de los votos, luego hubo otra con Perón como candidato y ganó por el 62%. Esto superó la proscripción del peronismo, pero el triunfo electoral no era suficiente garantía en esos tiempos. En ese año 1973 la “vía pacífica al socialismo” que conducía Salvador Allende en Chile fue derrocada por un cruento golpe militar, encabezado por Pinochet e inducido por los EE.UU., Pasados los años, documentos desclasificados por el gobierno de la potencia del norte confirmaron su participación.
La espiral de violencia en aumento, dio argumentos para la nueva irrupción de las fuerzas armadas en 1976. Se autodenominaron Proceso de Reorganización Nacional. De alguna manera se presentaban como la continuidad de la Organización Nacional del siglo XIX. Tenían que convencer a unos pocos. La ferocidad con la que se impuso, desanimaba cualquier oposición. Las tres fuerzas se involucraron totalmente en el gobierno, se lo repartieron e incluso rivalizaron entre ellas. Triunfantes en la lucha interna, se animaron a más, fueron por Las Malvinas contra Gran Bretaña. La derrota fue total y a ese fracaso le siguió el desprestigio y el desbande.
La única salida que les quedaba a los militares era convocar a elecciones, que pretendieron infructuosamente condicionar. El partido radical apareció con caras nuevas y un renovado discurso: la revaloración de la democracia. Un pujante Raúl Alfonsín primero ganó la interna de su partido y luego contagió con un discurso que apelaba a recitar en conjunto el preámbulo de la Constitución Argentina. Como en cada ocasión el relato triunfante anclaba en el pasado, para los radicales, el hecho que provocó todos los males estaba situado en el golpe de estado de 1930, primera interrupción de la vida demócratica en nuestro país. El golpe, fue el primero de una larga serie, desalojando del gobierno a Hipólito Yrigoyen. El diagnostico se difundió, incluso fueron éxitos rotundos de público, películas documentales que aludían a esta lectura histórica: “La República Perdida” 1 y 2.
El peronismo en los ’70 y el radicalismo en los ’80 valoraban la participación popular y le otorgaban a su influencia los mejores resultados para el conjunto de la sociedad. Incluso mutuamente se reconocían, los peronistas reivindicaban a Hipólito Yrigoyen, como primer presidente electo por el voto secreto, obligatorio y casi universal (sin el voto femenino) y los radicales a Juan Domingo Perón, perseguido por la proscripción.
A 40 años del fin de la última dictadura, con 40 años de vigencia de la democracia, da la impresión que se produjo un cierto cansancio en torno al resultado de las elecciones y comienza a permear en la sociedad un discurso donde en forma aproximada se menciona a los últimos 70 como de decadencia, sin precisarse fecha o hecho concreto, pero es una forma de aludir a la aparición en la escena pública del peronismo. Como la fecha no está precisamente indicada y tampoco se menciona un hecho puntual, algunos incluyen dentro de las causas de la decadencia, al primer gobierno radical de Hipólito Yrigoyen. Parece evidente que por acción u omisión lo que pretenden es recuperar el periodo en el que los que llegaban a ocupar los cargos públicos sólo eran electos por minorias ilustradas. Además para abonar las bondades atribuidas a la etapa predemocrática, hacen referencia a que en esa época Argentina era prácticamente una potencia.
La supuesta Argentina potencia de principios del siglo XX es por lo menos exagerado. El proyecto de la generación del ‘80 que insertaba a nuestro país como proveedor de alimentos y abasteciéndose industrialmente sobre todo de Gran Bretaña, tenía posibilidades de crecer pero era demasiado dependiente de la gran potencia, que con la primera guerra mundial -1914/1918- inició su declinación y en la crisis de 1930 lo aceptó.
Además de tener una total dependencia, el desarrollo agrícola-ganadero requería una limitada cantidad de mano de obra y la generación del ‘80 fue exitosa en insertar a nuestro país en la economía mundial sostenida en la calidad de nuestra pampa húmeda y también fue exitosa en atraer inmigrantes. Grandes contingentes de europeos llegaban con la expectativa de convertirse en campesinos y propietarios; la realidad fue menos generosa, la tierra tenía dueño y era cara, esos inmigrantes quedaron en las ciudades y a falta de otra actividad se ocuparon en brindar servicios. Quien mejor se lo señaló fue Alejandro Bunge en una publicación de 1924 “La nueva Argentina” donde propone la necesidad de la industrialización. Tal vez no lo puedan ver, pero quienes mejor continuaron ese proyecto de la generación del ‘80, fueron los gobiernos populares del radicalismo y del peronismo.
El relato histórico continúa, es inevitable, pero ahora está más fragmentado, quienes se presentan como fuerzas nuevas lo hacen desde alguna superioridad. Por lo general se reconocen como Argentinos pero no como el resto. Algo así como “somos pero no como otros argentinos”. Se referencian en un pasado en el cual los dirigentes no eran populares ni democráticos y aspiran a ser reconocidos en ese sentido. Es complicado ya que todavía la forma de acceder a ocupar cargos de conducción en el país, es por la vía electoral y eso significa que las mayorías deben votarlos reconociéndoles sus condiciones especiales.
Espero que no ganen elecciones ya que significaría que una mayoría de la sociedad convalide su pretendida superioridad, cuando por su estrategia de descalificar a sus opositores deberían ser catalogados por apelar en la discusión política a las herramientas mas flojas. En la discusión política esta aceptado que lo ideal es centrarse en las ideas, en su defecto evaluar los hechos y en el último rango está discutir a las personas que las representan. En ese andarivel se encuentran estos postulantes que se presentan como algo nuevo, quieriendo volver al principio del siglo pasado o incluso antes enarbolando su condición de supuesta élite.
Ricardo Grosso
octubre 2023