Transición desordenada

Javier Milei se impuso categóricamente en el balotaje del 19 de noviembre. Había incertidumbre pues las encuestas no eran categóricas y ambas opciones tenían una mochila de peros en su espalda. Sin embargo, ganó la opción opositora al peronismo en el gobierno, opción que se mostró disruptiva, crepidante, violenta y que acuñó exitosamente el concepto de “casta política”, a quién se le endilgó la culpabilidad de la debacle argentina.

La semana que pasó luego mostró el aterrizaje de las consignas en la arena de la realidad. Se va confirmando el maridaje de Milei, Macri y el cavallismo o menemismo cordobés; pero no sin discrepancias, idas, vueltas. Surgió el nombre de Luis Caputo como potencial ministro de economía. Si, Caputo, “el que se fumó quince mil millones de dólares en unas semanas” en la previa al pedido de préstamo al FMI, al decir del propio Milei en ese entonces, un nombre que parecía un imposible que volviera a la función pública.

Pero la danza de potenciales funcionarios que caracteriza las semanas previas a la asunción del poder político de Milei expresa distintos proyectos para las áreas en juego. En YPF recalaría un hombre de Techint, con intereses estratégicos en torno al tema petrolero. Al Banco Central se anunció iría un dolarizador (Ocampo), pero se bajó, y luego sonaba un ex vicepresidente del Banco Central macrista (Reidel), pero también quedó en la nada. Fue la emergencia de Caputo, el Messi de las finanzas, lo que los ha corrido, al parecer. Así, la idea de la dolarización queda más lejana. Caputo debe impulsar el programa monetario y atacar el tema desarme de los pasivos del BCRA, las Leliqs. Un paquete distinto a la dolarización, pues piensa salir con más endeudamiento y entonces Caputo se reúne con los bancos de Wall Street, que seguro estarán interesados, pues Argentina tiene recursos naturales. Esto corre a mileístas de la primera hora como Carlos Rodríguez, que declaró la necesidad de provocar el sufrimiento humano, de ajustar sin endeudamiento pues la argentina debe “aprender” de sus actos, debe pagar por darle lugar a la aventura populista kichnerista.

Es una transición desordenada, pues la planificación de lo que va a hacer el gobierno elegido no está del todo definido. La casta, la dolarización y el ajuste fiscal son tres consignas centrales que a esta altura tienen distintos grados de “desdibuje”. El repudio a la casta no se pudo mantener. Acordó con Macri y el cavallismo cordobés. Se piensa Pichetto o Randazzo para comandar la cámara de diputados. Todo muy casta. La dolarización quedó empantanada, aunque sobrevive la voluntariosa consigna de cerrar el Banco Central, pero queda cada vez más lejana. El ajuste fiscal luce como lo que viene de verdad en el corto plazo. El pago de aguinaldo para empleados públicos estuvo en el tapete, hubo un breve no y su desmentida. La promesa de obra pública cero revolea el avispero de los territorios, las provincias, los municipios. Milei sabe que debe hacer algo que indique que va en el sentido de cumplir su promesa de campaña.

Milei muestra que es continuidad del proyecto neoliberal. Macri le da forma a su segundo tiempo que le fue arisco con él al frente del Poder Ejecutivo, pero se asegura estar allí, detrás de casi todo, aunque Milei tiene su personalidad. Es decir, son insistentes los muchachos del poder económico. La lógica es la misma que la mostrada en la experiencia de la dictadura-Martínez de Hoz, Menem-Cavallo y Macri; es decir, detrás de cada política a desarrollar, una perspectiva de negocio.

Una nota importante pues tiene que ver con la conducción de las fuerzas represivas del Estado, lo da la definición de Bulrrich a Seguridad. Allí se evidencia la disputa con la vice Villarruel, en principio quien se iba a encargar del tema y ahora parece un tanto desplazada. De todas maneras, Villaruel visitó el cuartel central de la Policía Federal y allí fue recibida como una amiga del alma. En un mismo plano, el llamado de Macri a la juventud libertaria para que salga en defensa del llamado “gobierno del cambio”, en contra de los “orcos” que ganarán las calles ante el ajuste que se promete y ejecutará, es de una irresponsabilidad mayúscula pero que lo pintó como lo que es. La deshumanización del otro y el armado de banditas que disputen la calle a los ponchazos, es un clásico del discurso fascista. Denota que se preparan discursivamente para la represión de la protesta social; Macri sabe que la violencia simbólica antecede a la violencia material.

Un debate que se está dando en la práctica es la legitimidad del ganador de las elecciones para avanzar sobre derechos conquistados por la población. Del lado del gobierno entrante, parece ser un cheque en blanco para hacer lo que sea. Del otro lado, voces que alertan sobre la imposibilidad de resignar conquistas y derechos. Una cuestión que se dirimirá al calor de las propias definiciones sobre quién liderará la oposición a Milei-Macri. Otra incógnita, que tiene el trasfondo desafiante de construir un diagnóstico certero y asertivo sobre las derrotas de Scioli en 2015 y de Massa en 2023. Un faltante que necesita ser dilucidado para avanzar en la construcción de una alternativa nacional y popular para la Argentina, que asimile la experiencia de la última década.

 

Sergio Carpenter
26-11-2023

 

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