A través de amigos fui partícipe de la celebración del aniversario de la fundación del partido de Lomas de Zamora: el 10 de setiembre se cumplieron 163 años de aquel hecho.
Debemos remontarnos a 1861.
Mejor no imaginar lo que serían entonces estas tierras alejadas de la “gran ciudad”. Enormes pastizales, antesala del gran desierto que ha sido (y sigue siendo) nuestra Patria, apenas uno se aleja de los centros urbanos.
Me llamó la atención el modo de encarar “el cumpleaños”: camino al bicentenario. Para ello faltan 37 años y, más allá de mis propias canas, me pregunto cuántos de los que estábamos reunidos en la sala teatral del Palacio Municipal, estarán (por supuesto no me incluyo) para vivirlo.
Al margen de estas consideraciones, me parecieron apropiadas las pocas pero elocuentes palabras pronunciadas por el intendente, Federico.
Y mucho más la disposición de celebrar el cumpleaños con una torta de la que pudo disfrutar el público asistente con la servicial atención del personal municipal, encabezado por su máximo Jefe, de nuevo Federico.
Y usted dirá, amigo lector, a que viene este trato tan familiar: a la simple confianza que deposito en un hombre joven, que asiste con su pequeño hijo en brazos, a compartir una fiesta con amigos.
Y a los amigos se los llama por su nombre.
De todos modos me parece prudente una crítica: todo el espectáculo fue musicalizado con una banda musical de jazz.
Me gusta esa música, por sus orígenes, por sus intérpretes memorables, sus músicos inigualables y mucho más por amigos locales que lo practican en una clara manifestación de amor.
Pero los estados en todas sus expresiones (nacional, provincial, municipal y sus organizaciones sociales varias) deben priorizar la música nacional. Porque la música es uno de los elementos de penetración cultural de los imperios y la lucha cultural es fundamental en todos los estamentos de la sociedad.
Hace muchos años, cuando asistía a la Escuela Nª 2, Juan Bautista Alberdi, en Pasco (hoy Eva Perón) y Solís, en Temperley, siempre en Temperley, nos iniciaban en los bailes populares argentinos y en la entonación de nuestras canciones. Mientras, por las radios, se imponían cantidades de músicas locales superiores a las de otras latitudes.
La batalla cultural es tan importante como otras batallas que deben llevar a cabo los Estados.
Es una necesidad irrenunciable.
11/09/2024