El sábado 23 de setiembre, en lo que podría ser una intervención de campaña, la vicepresidente de la Nación, como suele hacerlo desde hace muchos meses, produjo una suerte de disertación con aspiraciones de clase magistral donde expuso diversos temas de naturaleza política y económica.
Los temas que abordó son importantes y sus comentarios sobre cada uno de ellos atinados pero en esta oportunidad, como en las anteriores, son meras enumeraciones de temas trascendentes (el bimonetarismo, el alto nivel de endeudamiento, los efectos inflacionarios de los planes del FMI, la inconsistencia de esos planes, el rol del FMI como auditor, seguramente con el propósito de “apoderarse por chauchas y palitos de todos los recursos naturales), sin imponer o proponer una campaña en serio de divulgación de todos estos males al conjunto de la sociedad. Males que la sociedad padece, que seguramente intuye, pero que ignora de donde vienen, cual es su orígen y cómo hacerles frente.
En esta ocasión Cristina, además, ha tenido la honestidad intelectual y humana (muy escasa y casi desconocida en los políticos argentinos y de los políticos en general) de expresar, refiriéndose al resultado de las PASO, “yo (lo) entiendo porque hubo mucha ilusión y expectativa y no se pudo cumplir… Y yo quiero pedirles perdón si no pudimos cumplir, pero creanme que lo intenté muchas veces”.
Sin embargo, en su exposición existió una interpretación difícil de compartir y una omisión altamente reveladora del momento que atravesamos los argentinos, aun cuando reconoció que “los argentinos nos debemos una discusión y un debate… quiero que cada argentino sepa cuáles son los números, cuál es el verdadero problema, porque si no identificamos el verdadero problema, difícilmente podamos solucionarlo”.
La manifestación difícil de compartir es su afirmación de que “le erramos si pensamos que la gente se fue a la derecha o a la izquierda (porque) querer vivir bien y dignamente no es de derecha, es de argentino”, a la luz de los números expuestos en la PASO y algunos de los candidatos votados: Javier Milei, por la Libertad Avanza (Lla) obtuvo 7.116.352 votos y Juntos por el Cambio (JxC) otros 6.698.029.
El hombrecito de la peluca y la motosierra ha expuesto como un desaforado hasta el cansancio su programa de ultraderecha, su candidata a vice es una penosa expresión de quienes añoran los años de la última y maldita dictadura cívico-militar. Estos tipos no nacieron de un repollo: vienen de los núcleos duros “empollados” durante la cuarentena, son los promotores de su intento de asesinato. No empuñaron el revólver pero le hicieron el bocho a los asesinos. No hay voto bronca que justifique votar a estos canallas. Suman un 30% y si no aceptamos la realidad estamos jodidos para modificarla. Esa realidad indica que algo está podrido, que estos tipos han sabido incubar “el huevo de la serpiente”.
En cuanto a JxC, el componente triunfante de la interna, liderado por Patricia Bullrich, responsable de la muerte de Santiago Maldonado, del asesinato por la espalda de Rafael Nahuel y defensora de la “doctrina Chocobar”, también núcleo duro, pero del macrismo, nadie puede ignorar el sentido de esos votos, que superan el 16%, son de derecha y en cuanto al resto, la sola mención del vice de Larreta, nada menos que el déspota jujeño y presidente del radicalismo, Gerardo Morales no permite suponer un voto ni siquiera próximo al centro.
La derecha siempre existió en la Argentina pero este voto “radicalizado” es el exponente de su crecimiento en términos cuantitativos. Anidan en nuestra sociedad: son los mismos que bombardearon Buenos Aires y asesinaron sin piedad (y sin necesidad) a cuatrocientos compatriotas el 16 de junio de 1955 y tres meses después llenaron jubilosos la Plaza de Mayo para recibir a “los libertadores”.
A su vez, la gran ausente de la exposición de la vicepresidenta, fue la existencia de un reducido conglomerado de firmas nacionales e internacionales que monopolizan la producción de todas las ramas de la industria, especialmente los bienes de consumo esenciales para los argentinos, las exportaciones, las explotaciones mineras, concentran por medio de grandes cadenas de comercialización el menudeo, las finanzas y el despojo financiero de que son victimas el Estado y todos, absolutamente todos, los ciudadanos, sin diferencia de posiciones políticas.
No se trata de crear un enemigo, como suelen aconsejar los especialistas en ciencias políticas. El enemigo existe. Está ahi, como el “dinosaurio” del famoso cuento breve (1). Está ahí y nadie lo nombra.
En los momentos de la recuperación democrática gritábamos “el que no salta es un militar”. Y saltábamos, mientras los verdaderos usufructuarios de la dictadura, la patria contratista y sus desfachatados miembros se cagaban de risa porque pasaban desapercibidos, nadie se ocupaba de ellos. “Los capitanes de la industria” hasta llegaron a justificar los juicios contra los dictadores. Los militares eran los asesinos ¡vaya que lo eran!, pero el poder económico había programado la dictadura para su entero beneficio. Salvando las distancias los militares fueron el Sabag Montiel (2) de aquel momento pero hubo otros que planearon la masacre. La gran diferencia es que este último no supo usar el arma.
Este conglomerado de no más de veinte grupos económicos que deben manejar menos de quinientas empresas fijan los precios que se les antojan (en consecuencia, manejan la inflación de acuerdo a sus necesidades); tienen capacidad para intervenir en el mercado de cambios (a través del dólar blue, negro, paralelo. ilegal o como carancho quieras llamarlo, imponen el valor ficticio de la moneda extranjera según les convenga); se las ingenian siempre para enviar sus excedentes al exterior (el sistema bancario y financiero está a su disposición para ello y las autoridades los asisten con mecanismos como el contado con liqui, por ejemplo); están en condiciones de imponer, los salarios, regular la tasa de interés, actuar sobre el costo de los servicios… En definitiva, son capaces de manejar las variables de la macroeconomía mucho mejor que las supuestas “autoridades” gubernamentales.
Quien tiene semejante poder puede creerse y ser los dueños del país, sobre todo si los demás los dejan. Porque los políticos no se animan a nombrarlos, ni que hablar de denunciarlos: los sindicalistas por lo general están a su servicio: los dirigentes de los movimientos sociales solo aspiran a su tajada de poder y las masas populares ignoran esta realidad.
Cuando las mayorías conozcan y asuman esta realidad… ¡los dinosaurios deberían desaparecer!
(1) El célebre cuento del escritor guatemalteco Augusto Monterroso: “Cuando se despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
(2) Se trata del nombre del joven que fracasó en su intento de disparar sobre Cristina.
28-09-2023