24 de marzo de 2024

Hoy es un día especial.

Muy importante porque es la primer conmemoración de esta fecha trágica en nuestra historia que tiene lugar bajo un ¿gobierno? infelizmente elegido por el voto mayoritario de nuestra ciudadanía.

Puntualmente, en este caso, el referido ¿gobierno? está presidido por un desquiciado rodeado de una runfla de perdularios ignorantes o amnésicos (probablemente ambas cosas) que niegan la más feroz dictadura civico-militar-eclesiástica de la argentina moderna y su secuela de aberrantes actos en contra de la dignidad humana. Esa gente se jacta de tal pasado y exalta los valores de quienes ejecutaron esos actos de lesa humanidad.

La combinación de fuerzas de esa dictadura respondió a intereses particulares de cada integrante: la jerarquía eclesiástica bendijo no solo las armas homicidas sino los aberrantes procedimientos llevados a cabo por las fuerzas militares. Llegó a justificar el asesinato de sus propios integrantes por disentir con la masacre (los Padres Palotinos, el obispo Angelelli, tantos otros); los militares perdieron sus atributos para convertirse en meros asesinos; en cuanto a los civiles se dividieron en dos grupos: los políticos, que viendo la posibilidad de perder sus prebendas optaron por la colaboración directa con las autoridades dictatoriales o guardaron un silencio cómplice y muchos empresarios que hicieron su agosto (y todos los otros meses del año) para convertirse en lo que son hoy: los dueños de la Argentina. Todos se unieron en esa cruzada por temor a perder o ver menguados sus privilegios.

Cabe agregar que, por lo tanto, no es una casualidad que los objetivos económicos de ambos procesos (aquella dictadura asesina y este ¿gobierno? siniestro) son los mismos y que a 48 años de distancia ello revela una identidad ideológica imposible de negar y, al mismo tiempo, despreciable.

Asusta, a su vez, pensar que casi medio siglo haya permitido eliminar de la memoria de una parte de la ciudadanía las desapariciones, torturas, violaciones, robos de niños, los vuelos de la muerte, la miserable actitud negacionista que se oculta detrás de la imagen del desaparecido, como alguna vez supo decir el miserable desaparecedor mayor, pese a la enorme y noble tarea desplegada por la sociedad en busca de MEMORIA – VERDAD – JUSTICIA.

Es también un día muy especial porque este será el primer 24 de marzo que paso sin la compañía del mayor de mis hijos. Gabriel se fue, luego de muchos padeceres, el soleado domingo 17. Pido disculpas por involucrar a quien escucha o lee en una singular situación personal que afecta a quien habla y escribe pero para uno, para mi, es un hecho indisolublemente atado a cada instante que me queda de vida: nadie está preparado para sobrellevar la muerte de un hijo La ausencia de mi hijo es algo que me acompañará hasta mi último aliento.

Si alguien es capaz de entender esta, mi pequeñita y dolorosa historia personal, podrá también comprender en una medida mucho más dramática, trágica, terrible e irrenunciable el drama de una sociedad que ha padecido la muerte y desaparición de 30.000 de sus hijos.

Fue la eliminación de una generación, no una generación cualquiera: una generación de gente hermosa, en su mayoría muy jóvenes, dispuesta a la lucha, dispuesta a dar su vida, que no ignoraban las consecuencias de sus acciones, decididos a la construcción de un país mejor. Una generación que, aunque obligada por las circunstancias debió elegir la violencia como herramienta para hacer realidad las transformaciones que el país reclamaba, jamás eligió el camino del odio. Quizá guiados por la máxima mayor del Comandante 1ro.: “Hay que endurecer sin perder la ternura”.

Que haya hermanos, compatriotas, muchos que deberían ser amigos y compañeros que transitan por otros caminos, llevados por otras convicciones, habla mal de nosotros que no hemos sido capaces de difundir las ideas en que se asienta nuestra nacionalidad, que hemos permitido el desarrollo de un proceso de monopolización y concentración de la riqueza sin precedentes, que hemos tolerado o hemos sido cómplices del menoscabo de la educación y el descuido de la salud de nuestro Pueblo, que hemos aceptado resignadamente la entrega de la soberanía de nuestros ríos y lagos, que posibilitamos que muchos personajes usen la política para enriquecerse y encima nos hagan pito catalán.

Esos errores nos han llevado a este presente ominoso.

La historia sabe de caminos reparadores, de tranqueras levantadas, de alambradas cortadas, de ideas que se imponen a través del tiempo, por la acción imposible de detener ante el ímpetu de las fuerzas sociales; y la búsqueda de esa gesta está latente desde el momento mismo de nuestra parición de Patria, aunque hoy -más que nunca- debemos decir nuestra parición de Matria. en homenaje a nuestras Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Necesitamos dirigentes que no roben para la corona, que no estén condicionados por las mafias que prevalecen en diversos ámbitos de la sociedad, que no se dejen intimidar por las amenazas del gran capital, que sean capaces de buscar los temas que hagan a las aspiraciones de las mayorías, capaces de formular un proyecto de país, como condición imprescindible para volver a enamorar al conjunto de los sectores mayoritarios y estimularlos a la lucha, al combate, a la pelea, que la Argentina se merece.

Lucha por la definitiva independencia, combate para reinstalar la justicia social y pelea para la plena vigencia de la soberanía política.

No vamos a cejar hasta la victoria final.

Y voy a abusar de la amabilidad de ustedes. Quiero cerrar esta nota con una nueva referencia personal: así como he manifestado que la ausencia de mi hijo Gabriel me acompañará hasta mi último aliento, por él, mientras tenga fuerzas, en la medida de mis posibilidades, trataré de ayudar a modificar las condiciones imperantes en nuestra Patria, para hacer de este querido terruño un lugar feliz para todos sus habitantes, en este atribulado rincón de este no menos atribulado Planeta.

 

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