Finalmente llegó el 24 de enero y algunas incertidumbres tuvieron respuesta.
No me refiero al futuro del país que es mucho más que incierto en manos de los grandes grupos económicos, los dueños del país. Más que incierto horrible.
Las incógnitas superadas a las que me refiero son las existentes en el campo popular.
La convocatoria del 24 provino de la desprestigiada Confederación General del Trabajo (CGT) y ambas Centrales de Trabajadores (CTA). Aquella está desprestigiada por la naturaleza de algunos de sus dirigentes que son a todas luces impresentables (el propio Daher (hijo), Gerardo Martínez) y éstas tienen relevancia en los gremios estatales.
La medición cuantitativa de los manifestantes ha sido del orden de los cuarenta mil para el gobierno (cifra casi obscena) y de más de seiscientos mil pata los organizadores.
Los que asistimos al hecho sabemos que fueron mucho más de la cifra oficial y es muy difícil establecer su magnitud pero pensamos que puede estar cerca e incluso superar la estimación de los convocantes. Nuestra experiencia personal, luego de las 13 horas, nos permite afirmar que era muy pero muy difícil transitar desde la avenida 9 de Julio hacia la Plaza de los dos Congresos, y por la alternativa de la calle Rivadavia apenas llegamos hasta su intersección con Saénz Peña, es decir el inicio de la Plaza.
Ahí nos quedamos, en las cercanías del recuerdo de Agustín Ramírez, la presencia cercana de Estrada y la eterna vigilia de la Patria de Mariano Moreno, en la lejanía.
Pero lo composición de los manifestantes remite a otras referencias de naturaleza cualitativas: presencia gremial importante, mucha “gente suelta”, familias con sus niños, mucha gente que por su aspecto proviene de los sectores medios y muchos, muchos compañeros de los círculos más humildes de nuestra sociedad.
Vimos algunos pocos referentes políticos desperdigados en la multitud pero ninguno con representación de tales.
La nota dominante fue la ausencia de grandes manifestaciones partidarias y ello no debe asombrar a nadie porque la dirigencia del movimiento popular (me refiero al justicialismo y grupos afines) hoy carece de liderazgos; el viejo partido de Yrigoyen se ha mimetizado a fuerza de gorilismo con el Pro y el Pro se ha sumado al ¿gobierno? de Milei; el resto está desdibujado a partir de la construcción de casi un tercio del electorado como sostén de este último.
Patéticos grupitos marginales de izquierda distribuían volantes contra la izquierda parlamentaria.
Pese a ello, el Pueblo estaba en la calle y la única consigna era el título de esta nota: LA PATRIA NO SE VENDE.
En el regreso, sumados al tren que desde Plaza Constitución nos regresaría a Temperley, un grupo del gremio de Camioneros, nos alegró el viaje.
En el Pueblo anidan las reserva imprescindible para salvar la soberanía nacional, preservar los intereses de las mayorías populares y hallar el camino que nos saque de este laberinto siniestro al que nos llevaron los “dueños de la argentina” y los errores y omisiones de nuestros dirigentes.
27-01-2024