Fachenzo, el maldito

Si la memoria no me juega una mala pasada, en alguno de los años de los cuarenta del siglo pasado, esta era una radionovela que se propalaba por Radio del Pueblo. (1)

Ocurría generalmente en horas de la noche, más o menos en el momento de la cena y estos radioteatros solían hacer representaciones teatrales en los cines de los barrios donde cosechaban algunos pesos.

El tal Fachenzo venía a ser un maldito, perverso mandamás que sometía a su comarca con un despotismo sin límites.

La ingenuidad de nuestra gente en aquellos tiempos hacía al intérprete de ese personaje víctima de muchos agravios a tal punto que podían desatarse actos de violencia cuando llegaba a cumplir sus funciones actorales.

Costaba distinguir entre la ficción y la realidad.

Muchos años más tarde, entre fines de los sesenta y principios de los setenta, conocí una cantina sobre la autopista Ricchieri que se llamaba “Vos Tango”.

En ella, además de música ciudadana, por lo menos una vez por mes se presentaba un espectáculo especial, con algún personaje trascendente de la farándula.

Uno de los mas exitosos era el Gordo Porcel que al entrar a ese espacio se habría el paso manoseando el culo a las mujeres que estaban cerca, ante el regocijo de ellas y la ¡felicidad! de sus maridos.

Y claro, después de casi tres décadas habían cambiado los hábitos culturales de la población.

¿Hábitos culturales? Me cago en ellos. Se habían hecho pelota nuestras formas de vida.

Recuerdo una vieja y poco duradera columna del diario “Democracia”, en época agónicas del primer peronismo, luego de la masacre del 16 de junio (bombardeo de la Plaza de Mayo y alrededores) y antes del horrible 16 de setiembre de 1955 (inicio de la contrarrevolución) que bajo el título de “Los enemigos sutiles” trataba de alertar de hechos y cosas que afectaban la vida de los argentinos.

Una de ellas hablaba de la denominación de negocios con nombres extranjeros.

Si recorrés esas denominaciones hoy, más de medio siglo después, los nombres en nuestro bello idioma castellano pueden contarse con los dedos de una mano.

No se dijo entonces (pero sabemos ahora, algunos al menos) que la penetración del imperio se da también a través del lenguaje.

Las formas sigilosas de la batalla cultural son amplias, no tienen limite.

Los tipos te imponen su vestimenta, sus costumbres alimenticias, sus bebidas, sus modos de distracción, más aún, a través de ellos te convencen que son los únicos buenos del mundo; en sus films difunden sin ningún pudor su bandera con barras y estrellas y, casi sin darte cuenta, terminás aceptando vivir como ellos, aunque nuestra vida no tiene nada que ver con todo eso.

Lo más desdichado es que muchos terminan pensando como ellos.

Es necesaria una toma de distancia para tener una visión más clara de los hechos.

Si uno lo logra, la verdad se impone por sí misma.

Pero no es fácil.

El sistema desnaturaliza la realidad y le impone a los sujetos marcos de referencia que tienden a desvirtuarlos. El objetivo último del imperio es que cada ser pierda su conciencia de clase, que se olvide de donde viene, para sumarse a algún grupo de pertenencia que le es ajeno. ¡Qué clase en sí o para sí! Simplemente despojado de ella.

Además, en estos tiempos no virtuosos del capitalismo, también es factible arrumbar a enormes masas de desesperados en la condición de sesgados del sistema, arrojándolos a la condición de “lumpen”.

Todo eso es viable en manos de un canalla como el energúmeno de la Casa de Gobierno que es un verdadero Fachenzo de nuestro tiempo y está dispuesto a llevar a cabo las mismas felonías que aquel personaje de ficción.

La diferencia está en que este las hace “dendeveras”, aunque muchos todavía no lo quieran ver.

 

(1) Para no caer en errores groseros he consultado You Tube. En ese rincón donde está la historia misma del mundo verifiqué que, parece ser, Fachenzo se emitía al medio día. Eran los tiempos del reinado de Juan Carlos Chiappe y Héctor Bates, los reyes de los dramones radiales. El personaje era interpretado por Omar Aladio quien en algunas de sus presentaciones teatrales fue agredido con un ladrillo. Allí también me informo que no falta quien ha identificado al tal Fachenzo con Carlos Menem. ¡Qué lo varió!, decía el Turco. En verdad, no hay nada nuevo bajo el sol.

 

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