El Estado argentino está en manos de un tipo absolutamente desquiciado acompañado por una corte de impresentables, en su mayoría con mediocres o nulos antecedentes que los habiliten para semejante gestión.
¿Marginales? Si, no solo de la política.
Esto es el resultado de una espantosa gestión del último gobierno peronista (cualquiera sea el nombre que se le aplique: Frente de Todos, Unión por la Patria, los Pimpinella en función u otro cualquiera).
Este sector político ganó ampliamente las elecciones de 2019, venciendo a Macri, por el desastre de la gestión de éste que se coronó con el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional por más de 44 mil millones de dólares.
Ese triunfo pudo haber sido mucho mayor, por ejemplo con el nivel de las PASO de aquel momento, pero terminó siendo menor no por arremetida macrista sino por la impericia de Alberto Fernández puesta en evidencia en el fin de la campaña electoral.
Lo cierto es que luego de la catástrofe de la gestión de Macri (con Caputo y Sturzenegger incluidos) y la enorme campaña periodística y judicial de desprestigio del peronismo (muerte de Nisman, los millones del subsecretario de Obras Públicas López, los cuadernos de Centeno, la búsqueda de plata en la Patagonia, la obra pública en Santa Cruz… ¡todo junto y más, mucho más!) ese triunfo electoral evidenció de que manera la sociedad depositaba en los ganadores sus expectativas de mejoría económica y social.
El aislamiento social impuesto por el Covid-19, la guerra de Ucrania y la sequía padecida por nuestro campo no alcanzan para amortiguar la decepción, ¡la enorme decepción! de la ciudadanía por la gestión de ese gobierno.
Lamentablemente, la concurrencia de todos estos elementos condujo a la elección de Milei.
Sin embargo, no hay que llamarse a engaño: quien gobierna nuestro país no es este pobre tipo sino un conglomerado de lo que en algún momento se llamó el “nuevo poder económico” y se han transformado hoy en “los dueños de la Argentina”.
Desde hace muchos años, de manera ininterrumpida, su poder se incrementó, el grado monopólico de sus actividades también, su dominio sobre sectores claves de la economía les ha permitido manejar a su antojo las principales variables económicas (cotización de la divisa, precios, evolución de la inflación, costo de vida, salarios…), su vinculación con el capital financiero internacional les permite sostener una situación de privilegio para facilitar la fuga de capitales que caracteriza toda su actividad…
Su mayor desarrollo se produjo al amparo de la última dictadura; en la transición democrática la casi totalidad de la dirigencia política ignoraba su existencia; tomaron estado público bajo el singular nombre de los “capitanes de la industria” durante el gobierno de Alfonsín; se quedaron con el capital social de los argentinos acumulado en un siglo cuando con Menen se apropiaron de los servicios públicos y desde entonces han crecido permanentemente con todos ¡absolutamente todos! los gobiernos que nos han tocado ¿”en suerte”?
A lo largo de este historial se han apropiado de los sectores claves del Estado y en reiteradas oportunidades se han enriquecido logrando que el mismo (es decir todos los argentinos) se haga cargo de sus deudas (seguro de cambio implementado por Cavallo como presidente del Banco Central, durante el fin de la dictadura, transferencia permanente de la deuda externa). En síntesis:¡¡¡Estos tipos nos vienen afanando con los mismos procedimientos desde hace medio siglo y nadie en el país ha sido capaz de ponerles límites!!!
Ponerse en estos días a reflexionar sobre la locura del presidente, sus rasgos autoritarios, las pelotudeces que dice y el grado de su enfermedad es tiempo perdido: Milei no existe, lo que si existe es el poder detrás del trono.
Y en esto no han inventado nada nuevo.
Cuando (con estricta justicia) durante la transición democrática las multitudes que finalmente poblaban las calles de Buenos Aires gritaban al unísono “¡El que no salta es un militar!” efectivamente denunciaban a los asesinos de una generación que había sido derrotada pero ignoraban la existencia de los grandes beneficiarios de ese proceso.
Eran los tiempos en que los titulares de las corporaciones trataban de ocultarse, no tener presencia pública, por temor a ser reconocidos por la ciudadanía. (Una foto de Yabrán le costó la vida al fotógrafo José Luis Cabezas). Ya han superado esa etapa: hoy son los dueños del país y no temen en mostrarse.
Más aún, mientras el pobrecito carajeador se ufana de ser un topo que desde adentro destruye al Estado, mal que le pese sus mandantes son quienes ejercen la función del Estado, actúan en función de él y están ubicados en lugares puntuales para poseer el “dominio” que les apetece. Así, los sectores vinculados al petróleo se han adueñado de Vaca Muerta y los grandes exportadores controlan la mal llamada “Hidrovía del Paraná”, por donde sale por blanco o por negro, el 80% de nuestras exportaciones y circulan con absoluta libertad sustancias supuestamente prohibidas.
Nuestros ricos son cada día más ricos y, por supuesto, por tal razón, crece la pobreza.
Siguen el ejemplo de los ricos del mundo que se entreveran con los administradores del Imperio en decadencia y con sus empresas hacen pie en la Luna.
Parafraseado a aquel rey que sostenía que el Estado era él, los ricos (los de acá y los del mundo) afirman que el Estado son ellos.
05-03-2025