Alguien que se tomó el trabajo de leer la versión original, con este mismo título, llegó a la conclusión que todo está perdido.
¿Quién dijo que todo está perdido?, al decir de Fito Páez.
Para que haya posibilidad de encarar una lucha contra los males que padecemos lo primero es saber donde estamos parados. Sin el pleno conocimiento de cual es el estado del campo de batalla es imposible intentar seriamente iniciar un proceso de cambio.
En algún momento un añoso señor barbado expresó que los filósofos habían intentado explicar el mundo. Ahora había que cambiarlo. A eso se le dio el nombre de ”tesis cuarta”.
En estas circunstancias nuestras lo que se impone es aplicar esta metodología: por un lado saber del poderoso grupo de conglomerados económicos que se han apoderado del país y a partir de este reconocimiento iniciar la empresa de recuperar, cambiar, modificar, transformar el estado de las cosas.
La casi totalidad de la dirigencia política (eso que ahora llaman “la casta”), una parte importante de la dirigencia sindical y social, han ignorado (o han querido ignorar) esta realidad y, en consecuencia, no la han divulgado entre sus seguidores.
La mayor parte de la población desconoce este fenómeno, lo ignora por falta de divulgación y mientras lo padece atribuye sus males a causas diversas.
Quienes están un poco más informados repetirán las pelotudeces de la derecha: la inflación tiene su origen en la emisión monetaria; el incremento de los precios es producto del impacto de la inflación y el encarecimiento por los insumos importados; el dólar se dispara en consecuencia… Quienes no están informados pensarán que los males que padecemos son consecuencia de una maldición de ser argentinos.
Ni tanto ni tan poco: los dueños del país manejan las variables económicas a su antojo sin la menor consideración de las necesidades del país y sus habitantes. Un solo ejemplo nos permitirá ilustrar al respecto: cuando a fines de 2001 los organismos internacionales de crédito le soltaron la mano al gobierno de De la Rúa (con Cavallo como ministro de Economía) el Banco Mundial informó que si al país le faltaban dólares que los aportaran los argentinos que los tenían invertidos en el exterior, cuyo monto estaba en el orden de los doscientos mil millones, casualmente más o menos la deuda externa del país. Esa plata se había girado al exterior, por los mismos grupos de empresas que hoy son “nuestros propietarios”, en negro, como Dios manda, a “paraísos fiscales” fuera del alcance de nuestra legislación y provenían de operaciones no declaradas en el país.
En consecuencia, cualquier programa alternativo de gobierno que no declare desde el principio la gran contradicción de esta sociedad está condenada al fracaso.
También lo está si previamente no denuncia esta realidad, la pone en evidencia ante el electorado y propone los medios y la forma de enfrentarla. Para ello tiene una única fuente de poder: el Pueblo en las calles apoyando este proceso de democratización del país y su economía.
Así mismo, es imposible iniciar este camino liberador si no se abroquela al país alrededor de un proyecto estratégico con relación a nuestra deuda externa, esa que contrajo por más de 100 millones de dólares con acreedores privados y 44 millones de la misma moneda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) el gobierno de Macri; esa que el gobierno del Frente para la Victoria (FpV) no fue capaz de investigar; esa que el gobierno de la Libertad Avanza (LLA) quiere incrementar.
Todos estos sabandijas, en muchos casos cómplices de “los dueños”, están haciendo lo imposible para doblegar la soberanía argentina.
A diferencia de los escasos recursos existentes hace poco más de cuatro décadas (gobierno de Alfonsín, por ejemplo), circunscriptos a las exportaciones de granos y carnes, hoy Argentina dispone de una fuente formidable en Vaca Muerta para proveer de petróleo y gas, posibilidad de explotaciones mineras (litio y minerales raros indispensables para la mayoría de los proyectos tecnológicos) y fuentes de agua en abundancia. Agua, nada más y nada menos que agua.
Todo eso, en lugar de ser administrado por el Estado nacional (o eventualmente provincial) está destinado a los “dueños” y, al menos en parte, a los grandes emporios financieros desarrollados en estas instancia de la evolución del sistema capitalista.
A esta altura de los acontecimientos las opciones no dan lugar para más: la Patria o ellos.
Quienes responden a los intereses nacionales, quienes juegan su destino al futuro de Argentina y aspiran a su grandeza, quienes sueñan con la integración latinoamericana como nuestros “Grandes Padres”, desde siempre han optado por defender los intereses de la Patria, y con ellos los de sus hijos.
Los que transan con “los dueños de la Argentina” de hoy son los continuadores de la oligarquía que se sometió (y nos sometió) al dominio británico y ahora, en el mejor de los casos, negocia con los nuevos “amos del mundo”.
Decididamente, no hay lugar para dudas.
08-03-2025