Salí al balcón, salí al balcón mi querida mariposa…

Probablemente allá por 1947 ó 1948 el cómico Pepe Iglesias, también llamado “El Zorro”, popularizó una canción con la casi letanía laica del título.

La historia viene hoy a cuento por las expectativas que despiertan las apariciones de CFK en el balcón de su departamento de San José 1111, del barrio de Constitución, con una enorme reminiscencia a las que despertaban luego de su primer retorno al país las apariciones del mismísimo Perón en la famosa casona de Gaspar Campos, allá por Vicente López.

El nuevo fenómeno ha tomado especialmente cuerpo luego de la poco seria decisión de la inefable Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJ). En realidad, dar semejante nombre al rejuntado triunvirato integrado por un eminente jurista de Rafaela (Ricardo Lorenzetti) promovido por Néstor allá lejos y hace tiempo y dos personajes (Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz) que entraron por la ventana que les abrió Mauricio Macri (con ellos dispuestos a saltar a como de lugar para llegar al cargo). Posteriormente esas designaciones terminaron justificadas por la inenarrable aceptación de impresentables personajes como el entonces senador Miguel Angel Pichetto, hombre dilecto del primer kirchnerismo, propenso siempre a socorrer a los vencedores, quienes terminaron aceptando su ingreso como cortesanos.

Que toda esta gentuza haya aceptado lo actuado en otros niveles judiciales no debe sorprender a nadie y (me parece) a CFK y sus abogados defensores a menos que nadie. Tengo muy presente las afirmaciones de la entonces vicepresidenta, en un acto celebrado en el Estadio Único de La Plata, durante el último proceso electoral: manifestó que por las circunstancias conocidas (ya entonces estaba condenada) “no quería convertirse en la mascota de los poderosos” y le recordó a sus seguidores “que todos tenían en su mochila el bastón de mariscal”. Las palabras pronunciadas entonces entiendo que tienen vigencia también hoy pero que haya renunciado a disponer de fueros que la protegieran de circunstancias como esta me parece inexplicable.

Empero, esa posición está en linea con la actitud condescendiente que el justicialismo ha llevado a cabo con decisiones judiciales inescrupulosas. No se intentó ningún tipo de protección para Milagro Sala; se dejó librado a su suerte a Julio De Vido, por entonces diputado nacional; hubo un destrato con Amado Boudou… Más que aceptación de decisiones inapelables parece existir una subordinación al destino inexorable, una resignación ante la desgracia impuesta sin la debida denuncia de por donde viene, quien la canaliza, a quien favorece, No hay posibilidad de sobreentendidos. Es obligatoria la denuncia permanente. Ahora mismo, en la aceptación de la condena y encarcelación de CFK parece mentira que se dispute por el balcón o la imposición de la tobillera: son años de cana, domiciliaria pero cana al fin y, además, imposibilidad de ejercer funciones públicas. ¡Carancho!, diría Martín Fierro, no es poca cosa para la mayor líder política de la República, mal que les pese a muchos.

El acompañamiento popular a CFK, ese que la lastimosa ministro de Seguridad estimó en poco más de 40.000 personas (¿que habrá tomado esta mujerona?), significó un enorme salto cualitativo en su rol de clara opositora al gobierno y mucho más en el seno de su propia fuerza política ya que la catapultó sin ninguna duda a reivindicar su conducción de presidenta del PJ donde había llegado por una mera decisión judicial ahora convalidada por la presencia de todas las corrientes internas del partido, incluso el gobernador de La Rioja, Ricardo Quintela, su contrincante en aquel momento.

Era inevitable que así fuera. Quien ante este hecho incalificable decidido por la CSJ no se ponga a su lado es cómplice de una maniobra siniestra de los dueños de la Argentina.

Sin embargo, también es cierto que luego de la eclosión de este hecho parte aguas habrá que ver como evolucionan los acontecimientos. Aquí tenemos perspectivas más o menos inmediatas y otras un poco más lejanas y ambas son trascendentes.

Los acontecimientos cercanos son la celebración de las elecciones de medio término que culminan en octubre. Un triunfo de la derecha, encarnada en su forma ultra por La Libertad Avanza (LLA) o con la participación del desvalido resto del PRO podría permitir una avanzada sobre las condiciones de detención de CFK tanto como sobre lo que resta del plan de los dueños de la Argentina con respecto a la liquidación, una vez más, de nuestro patrimonio social y, de nuevo ni que hablar, de los derechos ciudadanos que pretender conculcar.

Por supuesto que sería deseable un triunfo del sector nacional y popular.

En ese sentido, el hecho de que sectores relativamente significativos del espectro político se hayan solidarizado con la movilización contra la proscripción de CFK (partidos de izquierda y de ultraizquierda, movimientos sociales no tan adscriptos al PJ) es un hecho halagüeño pero es necesario ser cuidadoso de esta movida y evitar que aquellos sectores más conservadores del peronismo no los pongan en peligro. Esta primer aproximación bien podría inducir a otros sectores (radicales populares, algún sector del socialismo, referentes cristianos) a conformar un espacio ampliado que promueva cierta unidad en pos de al menos dos objetivos fundamentales que deben priorizarse en esta encrucijada: por un lado, la defensa del sistema democrático, fuertemente amenazado por la política absolutamente facistoide del actual gobierno y la necesidad de asumir la defensa de la soberanía nacional, defendiendo nuestro patrimonio, el ideario histórico y la imperiosa decisión de llevar a cabo un desarrollo sostenido y participativo que involucre a los 55 millones de ciudadanos y no se limite a cuidar los intereses de a lo sumo el veinte por ciento de los habitantes del país, como sucede con el actual programa impuesto por los asesores de las corporaciones que nos dominan y han encontrado en el estrafalario personaje que ejerce la presidencia el más eficaz ejecutor. Claro que para ello ha contado con la cooptación de una parte importante de la clase política que se subordina a esos intereses por encima de los intereses de la sociedad toda.

Si ello se produjera, esta instancia histórica se habría convertido en un parteaguas. Además, ello dejaría expedito el camino para un ciclo unitario y defensivo de los intereses populares para el futuro no tan lejano de 2027 y quizá esto lograría atenuar el “interés” de los grandes grupos financieros internacionales en apropiarse de nuestros bienes por temor a una reacción popular.

El resultado de las elecciones provinciales puede significar un replanteo de las nacionales (especialmente en la provincia de Buenos Aires) y en ello juegan un rol significativo los “barones del peronismo”, en primer término los gobernadores que pueden plantear objetivos locales, alejados de las necesidades del conjunto. Otro tanto puede suceder con más de un intendente y ni que hablar si la prisión de CFK impide el desarrollo de su centralidad en el manejo partidario.

Por otro lado, es imprescindible lograr que no se genere una diáspora por eventuales enfrentamientos entre candidatos a sucederla.

En ese sentido, también será significativa la elección de candidatos. La misma debería darse en un marco de equidad y transparencia que a veces no es fácil de obtener y si nos remitimos a las últimas experiencias (elecciones de 2019, medio término de 2021, generales de 2023) no fueron los mejores ejemplos para imitar. La situación exige un cambio a todas luces necesario.

Hay que ser cuidadosos porque la situación nacional es de extrema gravedad. En consecuencia, demanda un gran esfuerzo de todos los sectores para proteger el nuevo proyecto alternativo que haga viable la construcción del futuro a partir de la modificación inmediata de este presente insostenible.

Pero para arribar a semejantes promisorias posibilidades hace falta crecer en el camino, andándolo con la mayor unidad posible, con objetivos claros y el enorme apoyo de las mayorías y ello no es fácil de garantizar por los intereses sectoriales, las malhadadas ambiciones personales y las diferencias ideológicas que imperan en el campo popular.

Sin un proyecto que denuncie las razones que han llevado a esta situación crítica de la Patria, la elaboración de un programa que se proponga la recuperación nacional y una conducción idónea, homogénea y fuertemente apoyada en las necesidades de la sociedad, será imposible enamorar una vez más a nuestros hermanos.

Necesitamos unidad para la salvación nacional, para asegurar nuestra integración territorial, para ser una nueva y gloriosa Nación.

 
21-06-25

 

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