Lo que vendrá

Mi abuela paterna, doña Antonia Filomena, en los tiempos que vivíamos en el departamento de Rivadavia (esquina Almirante Brown, Temperley) (1) la mayoría de las tardes, oteando el horizonte desde la terraza solía vaticinar: “Mañana va a llover”. Si al día siguiente no llovía, la vieja guardaba silencio pero si tal evento climático ocurría había que aguantarla.

No quiero parecerme a mi abuela, pero que seguro va a tener lugar una devaluación, que los planes de este ¿gobierno? se van a ir a la mierda y vamos a quedar (una vez más) en pelotas es seguro nuestro futuro inmediato, no tengo la menor duda.

La incognita está en el preciso momento que ello ocurra: ¿antes de las elecciones, después de ellas, es decir ya o en el mediano plazo?

Quienes andamos jodidos con los años que llevamos encima, por haberlos vivido mucho, sabemos por experiencia que cuanto más se dilatan estos temas, mayores serán las consecuencias. Los años nos han enseñado que los períodos hegemónicos de cualquier imbécil que se cree el rey del mundo en algún instante llegan al final y es confinado al pasado si es que tiene suerte. Otros no la han pasado tan bien. Lo que ocurre con las personas, también se reproduce con las políticas que ellas implementan. De nada vale prolongarlas contra natura.

Cuanto mayor es la resistencia al cambio, mayores son las consecuencias. Para refrescar la memoria de los “poco memoriosos”: la aplicación de la mal llamada convertibilidad por Menem-Cavallo donde 1 dólar era equivalente a 1 peso fue una iniciativa inicialmente exitosa para enfrentar la hiperinflación (esa que se desató con Alfonsín primero y el propio Menem, después) pero a los pocos años era a todas luces insostenible. Sin embargo en la elección donde triunfó la Alianza (1999) durante la campaña electoral todos los candidatos afirmaron que la continuarían. Era lo que querían los electores. Y efectivamente la continuaron, hasta tal punto que De la Rua terminó teniendo como ministro de Economía a… Cavallo. Pese a ello (o quizá por eso mismo) en esas circunstancias todo voló por los aires, por la simple razón que esa convertibilidad, esa modalidad de la economía, era insostenible.

Y aquí va a pasar lo que tenga que pasar pero pasará cuando los conglomerados que nos gobiernan estimen que con el cambio van a ganar un poquito más.

A estos “argentinos de bien” ahora se le han sumado las grandes empresas internacionales que han apostado a desembarcar en nuestro país.

Lo hacen con el afán de quedarse con lo que queda. En sociedad con aquellos “argentinos de bien” o, preferentemente solos.

Y, como no podía ser de otra manera, entre ambos grupos mafiosos existen enfrentamientos originados en la diversidad de intereses que promueven cada uno de ellos.

Sin embargo tienen vasos comunicantes importantes: necesitan que el Pueblo ignore sus siniestros propósitos sobre nuestra soberanía, para ello deben sumir al conjunto de la sociedad en el desaliento y la ignorancia, evitar la conformación de un polo de resistencia popular y evitar por cualquier medio que la sociedad se exprese… Para jodernos se suman.

Para que alcancen sus objetivos deben contar con la falta de presencia popular.

Y en esto ni siquiera son novedosos.

En los albores del nacimiento de la Patria, Mariano Moreno supo expresar; “Si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que sabe, nuevas ilusiones sucederán las antiguas y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres será tal vez nuestra suerte mudar de Tirano sin destruir jamás la tiranía”.

La premonición de Moreno tiene doscientos quince años y sirve para ilustrar aquel pasado y este presente.

Hay que reconocer al enemigo.

Y debemos encontrar el medio y el modo de enfrentarlo.

Debemos decirles ¡Basta!

(1) Dónde hoy tiene su sede el Centro de Estudios Económicos y Sociales (CEES).

 

15-03-25

 

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