Hace un par de semanas publicamos una nota con este título.
Un lector amigo me preguntó porque habíamos ilustrado la misma con un pensador con ropaje antiguo.
Le conté que la imagen correspondía a un detalle del célebre cuadro que intenta reproducir el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y que esa imagen reflejaba la actitud reflexiva de Mariano Moreno durante la votación.
Tomé conocimiento de ello durante el sesquicentenario de la Revolución de Mayo, allá por 1960, por la publicación de un libro de Hugo Wast, “Año X”, uno de los tantos motivados por ese aniversario.
El autor que respondía a ese pseudónimo era Gustavo Martínez Zuviría, un reconocido militante nacionalista católico que en 1914 se había sumado a los fundadores del Partido Demócrata Progresista, liderado por Lisandro de la Torre, con quien poco después integraría una fórmula para la gobernación de Santa Fe. La misma no fue exitosa. A ambos los unía su rechazo a don Hipólito.
Su ideología lo impulsó más tarde, hacia 1920, a abandonar esa militancia y militando de aquí para allá lo llevó, en el golpe de estado del 4 de junio de 1943 a desempeñar las funciones de ministro de Justicia e Instrucción Pública (1943-1944) durante las cuales restableció la enseñanza religiosa (católica, claro) en los establecimientos educativos del Estado, haciendo caso omiso de la ley 1420 que exigía que fuera obligatoria, gratuita y laica. Como se puede apreciar las idas y vueltas de la política no son nuevas en nuestra historia.
En ese libro, un brulote, Hugo Wast se ensaña con la figura de Mariano Moreno y, entre otras cosas, dice que su imagen, esa que reproducimos, refleja las dudas del personaje ante las derivaciones del Cabildo Abierto.
Todo es según como se lo mire: quien como yo en aquel tiempo venía de leer “La Evolución de las Ideas Argentinas”, de José Ingenieros y su enorme reconocimiento al genio de Moreno veía (y hoy veo más) en esa imagen al prócer tratando de medir las consecuencias de las resoluciones abordadas en ese momento trascendente. Y por eso mismo valoro su actitud de otra manera.
Aquel tipo tiene muchas razones para odiar a Moreno. Quizá las mismas por las que yo lo amo.
Aclaración hecha, continuemos con “esto”.
“Esto” no es otra cosa que la experiencia que hoy compartimos los ciudadanos de este país.
Por culpa de “esto” hay momentos que lo único que me salen son maldiciones, me cuesta escribir, me siento rencoroso con parte de mi gente, me niego a aceptar que una porción mayoritaria de mis hermanos hayan elegido (y, quizá, aún elijan) a este monstruoso energúmeno presumido y capaz de los mayores despropósitos para conducir el país.
No voy a inventariar nuevamente sus boludeces, no quiero perder el tiempo referenciando las necedades propias de un ser minúsculo que no merece que le dediquemos algo de nuestro tiempo.
Porque Milei no es nada. Es apenas la mascarilla de proa que usan los dueños de la Argentina para consolidar el país que ellos (los dueños) necesitan. Así lo han de tirar a la basura apenas se ponga molesto y nadie se acordará de este pobre, pobrísimo personaje que a nadie le debería importar.
Pero lo que no puedo omitir son las consecuencias para nuestro país y nuestro Pueblo del accionar de este descerebrado.
Apenas tuvimos conocimiento del casi alta a Pablo Grillo, el fotoperiodista agredido innecesariamente en la plaza de los abuelos de los días miércoles, quien ha salvado su vida por un verdadero milagro, nos agobia el cruel asesinato del niño Thiago, muerto mucho más que innecesariamente por las manos de otro hombre de la inseguridad de Bulrrich.
Allí salió la ministra a hacer la defensa de su indefendible servidor: al mejor estilo Chocobar, este agente ha disparado 11 veces el arma que le entregó la repartición para sancionar a cuatro malechores que huían ante su presencia. Mató a uno, hirió a dos… Todos por la espalda como corresponde a los discípulos de estas fuerzas de seguridad inseguras que, para demostralo, también hirió de muerte a Thiago, que andaba cerca con su papá.
Pero me pregunto cuantos Thiagos hay entre la enorme cantidad de discapacitados que no están recibiendo la ayuda comprometida por el Estado; me pregunto cuantos Thiagos hay entre los afectados por el cáncer que no cuentan con las drogas necesarias para atenuar el impacto de una enfermedad que no tiene misericordia; me pregunto cuantos Thiagos hay entre los jubilados que han debido resignar los medicamentos necesarios para su atención, cada día menos bonificados y, en consecuencia, imposibles de adquirir; me pregunto cuantos Thiagos hay entre los niños que no reciben la alimentación necesaria para evitar convertirse en cretinos; me pregunto cuantos Thiagos hay de nuevo entre los jubilados por el sueldo miserable que no les permite acceder a una alimentación digna; me pregunto cuantos Thiagos hay entre los niños, otros niños iguales a Thiago, que no asisten regularmente a la escuela (que debería ser obligatoria); me pregunto cuantos Thiagos hay entre los sectores más vulnerables de la población arrojados a la miseria extrema, que sobreviven revolviendo tachos de basura cuando no se ven impelidos al robo de un semejante; me pregunto cuantos Thiagos hay durmiendo en las calles, en el más absoluto abandono por parte de una sociedad cruel; me pregunto cuantos de esos Thiagos se encaminarán por los caminos delictivos a la espera de una bala reparadora de tanto abandono…
La Argentina fue durante muchos años el país más equilibrado del continente. La relación ricos, pobres; una equitativa distribución del ingreso y la posibilidad de ascenso en la escala social le permitían tener esa prioridad. Dos hechos cruciales, cuyos aniversarios se producen en este mes de junio lo han impedido.
El primero está por conmemorarse: me refiero al 16 de junio de 1955, hace 70 años, cuando la aviación de nuestro país tuvo su bautismo de guerra… ¡para bombardear la ciudad de Buenos Aires! Masacraron a más de 300 hombres, mujeres y niños para “derrocar al Tirano” y durante muchos días el propio Tirano trató de ocultar las dimensiones del hecho. Un parte aguas de nuestra historia con secuelas horribles.
El segundo tuvo lugar el 4 de junio de 1975, hace exactamente 50 años. Me refiero al “Rodrigazo”, plan económico que lleva el nombre del entonces ministro de Economía, Celestino Rodrigo, que en realidad había elaborado Ricardo Zin y que constituyó un adelanto de lo que después sería el proyecto de la dictadura impuesta a partir del 24 de marzo de 1976.
De ambos hechos hemos concluido en el país que somos.
Recuerdo una vieja película italiana que se inicia con la persecución a una pareja (uno supone un matrimonio) por parte de un arrebatado grupo de trabajadores campesinos esgrimiendo útiles de labranza que terminan asesinándolos con una horquilla. A esa altura del film, en el inicio, uno piensa que es una brutalidad. Pero luego, durante casi un par de horas, la película cuenta la historia y el rol de esos dos personajes. Sobre el final, tenés que tener mucha fuerza de voluntad para rechazar el uso de la horquilla.
07-06-2025