El abuelo Karl (1818-1883)

A Fanny Edelman, de quien atesoro “El Manifiesto
“Comunista” que me entregara en los bellos días de
la Multisectorial de Solidaridad con Cuba.

Uno ha leido los “Manuscritos” (1844), “La Sagrada Familia” (1845), “La Ideología Alemana” (1846), “La Miseria de la Filosofía” (1847), “El Manifiesto Comunista” (1848), “Crítica de la Economía Política” (1859) y algo, no todo pero tampoco tan poco, de “El Capital” (1867).

Uno sabía de su importante vinculación con Friederich Engels (1820-1895) quien luego de la muerte de su amigo completó sus inéditos tomos II y III de “El Capital”; su famosa Tesis 11 (“Los filósofos solo han interpretado el mundo de distintas maneras; de lo que se trata es de transformarlo”) incitando a la praxis; la intensa lucha que mantuvo intentando la formación de una organización representativa del proletariado; las dificultades económicas que padeció (y le hizo padecer a su familia) a lo largo de la mayor parte de su vida y la proyección de su pensamiento a lo largo del siglo XX.

Sin embargo, uno no conocía en profundidad datos de su vida, es decir, el marco referencial de semejante obra. En definitiva los hechos que condicionan la existencia de cualquier ser humano.

Puesto a develar algo de ello tomé conocimiento que Marx se casa con Jenny von Westphalen, vecina de Tréveis (su lugar de nacimiento), cuatro años mayor que él, en 1843, siete años después de su compromiso secreto. Karl era uno de los ocho hijos del abogado Heinrick Marx en tanto que ella era noble, tenía el título de condesa. Ambos provenían de familias acomodadas para su tiempo.

Un año después nace Jenny (1), la primera hija del matrimonio, en setiembre de 1845 nace Laura (2) y en diciembre de 1846 Edgar (3).
En 1849 la familia se radica en Londres y allí nace Guido (4), el cuarto de sus hijos, que fallece al año siguiente.
En 1851 nace Franziska (5), que fallece un año después.
En 1855 nace Eleonora (6) y en abril de ese año muere Edgar.
En 1857 nace muerto el último hijo de la pareja.
En 1868 Laura se casa con Paul Lafargue y en 1872 la primogénita, Jenny, lo hace con Charles Loguet.
En 1881 muere la esposa y en enero de 1883 Jenny Longuet en París poco antes de la partida de Karl, el 14 de marzo en Londres.

Quiere decir que de siete hijos solo llegaron a la edad adulta tres mujeres.
De ellas la primera en fallecer es Jenny, la mayor, quien de seis hijos perdió dos. Su deceso se originó por un cáncer.

Las dos restantes pusieron fin a sus días: Eleonora en marzo de 1898 luego de un desgraciado final de su relación con el científico y revolucionario Edward Aveling y Laura, que con su pareja habían perdido tres niños muy pequeños, en un suicidio compartido con su esposo, Paul Lafargue.

Se puede llegar a entender que en la mayor parte del siglo XIX las condiciones de vida de la población europea eran difíciles: el impacto de la revolución industrial generó un enorme movimiento de masas que abandonaron la campaña y se trasladaron a las ciudades que no estaban en condiciones de albergarlas con las consiguientes secuelas ambientales, de alojamiento, sanitarias y el sometimiento de los más desposeídos a las condiciones que impuso el capital.

Si observamos el tiempo cronológico de las obras de Marx y los cotejamos con datos aportados sobre su vida privada se puede apreciar que no por casualidad se publicó en 1848 “El Manifiesto”. Ese trabajo fue testimonio de las revoluciones que en ese año recorrieron la mayoría de las capitales del viejo mundo. Fue un grito desesperado por la agudización de las contradicciones insoportables del sistema y la represión de los poderosos fue también desesperada.

Sin embargo, casi inmediatamente, la reacción de las clases opulentas se reflejó en el proyecto de lanzarse a la ocupación del mundo. Mejor dicho a intentar dominar el mundo ya ocupado. Con Inglaterra a la cabeza seguida por Francia, otras naciones se lanzaron a la conquista de Asia y África. El objetivo era profundizar la explotación en los arrabales del mundo para mejorar aunque sea un poco la vida de los habitantes de Europa.

Paradógicamente, en la mente de los ideólogos del materialismo dialéctico existía la convicción que la llegada de las culturas dominantes de Occidente a lugares “tan atrasados” como China, India y ni que hablar del África, implicaría un salto cualitativo en el proceso de avanzar en pos de una nueva sociedad.

Los padres de aquel pensamiento (Marx, Engels, claro), imposibilitados de liberarse del europeísmo, creyeron ver en esos desplantes pasos acelerados de cambios en el “mundo atrasado de Oriente” que ayudarían a favorecer las transformaciones que el sistema capitalista hacía necesarias para luego acceder a una etapa superior.

En el marco de esa interpretación juzgaron, por ejemplo, con benevolencia la invasión de México ordenada por la Francia de Napoleón III quien impuso en 1864 a Maximiliano de Habsburgo como Emperador del segundo Imperio Mexicano. Afortunadamente, de triste final. Pero este no es lugar para contarlo.
Digamos al menos que muy grande no fue la mejora porque, por ejemplo, el 18 de marzo de 1871, las masas obreras de París decidieron “tomar el cielo por asalto” y durante dos meses la ciudad fue administrada por la población rebelada. Una vez más la represión fue feroz y trató de ser ejemplarizadora, como siempre hacen los canallas de las clases dominantes.

En encuentros previos a la Comuna con obreros parisinos Marx había desaconsejo la iniciativa pero una vez producida la apoyó con fervor y cai simultaneamente escribió “La guerra civil en Francia”.

La mayoría de los investigadores coinciden en que pese a que la Internacional no tuvo un peso significativo en estos acontecimientos, a partir de ellos su nombre cobró importancia. Otro tanto ocurrió con el propio Marx.

Los esfuerzos realizados en vida no se vieron coronados con el establecimiento de sociedades diferentes.

El poderoso desarrollo del capitalismo, ese tan intensamente analizado en su obra fundamental, era tan profundo que efectivamente la explotación colonial completó la explotación interna de las sociedades dominantes y nadie podría negar la extensión del sistema a todo el orbe.

El medular análisis que Marx realiza en “El Capital” ha sido fuente de inspiración de los movimientos sociales más decididos a ese cambio de la sociedad que el pregonó a lo largo de su vida. Y también sirvió para alertar a los dueños del mundo sobre como tratar de contener el avance de la nueva clase social destinada a imponerse en la etapa de construcción del mundo nuevo.

Las ideas de Marx predominaron a lo largo de todo el siglo XX, a partir de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia y hasta la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991 y mantienen su vigencia en diversas y diferentes experiencias como la República Popular China, Cuba y Vietman.
Muchos soberbios creyeron vanamente que el renunciamiento ruso implicaba el fin de la experiencia basada en la ideas de Marx y bien pronto se observó que era una falsa pretensión.

Muy por el contrario hoy su doctrina está más vigente que nunca. Claro que con la adecuación de aquellos tiempos nuevos a estos nuevos tiempos. Los cambios sociales no tienen lugar de un día y para siempre.

Recuerdo que en aquellos momentos de tanta incertidumbre alguien muy lúcido supo decir que la experiencia de la Comuna había durado un poco más de dos meses y que esta nueva se había prolongado más de 70 años.

En un trabajo reciente el marxista británico Perry Anderson (“Le Monde”, mayo 2025) culmina su artículo con la siguiente síntesis: “En la actualidad, la mayor parte del mundo aún está bajo el dominio de una única ideología. La disidencia y la resistencia están lejos de haber sido vencidas, pero su expresión sigue siendo demasiado esporádica y conciliadora. La lucha (que será larga) tiene que pasar por un análisis implacable, e incluso corrosivo, de la realidad, a contracorriente de las declaraciones arrogantes de la derecha, los mitos conformistas del centro y del buenismo de una fracción demasiado amplia de los que se llama “la izquierda”. Las ideas, si no logran impactar al mundo, no tendrán ninguna posibilidad de hacerlo tambalear”.

Es decir, de nuevo, volvemos a la Tesis 11.

Hay que seguir construyendo el futuro.

18-05-2025.

 

Notas:
(1) Jenny Carolina, apodada Jennychen.
(2) Jenny Laura.
(3) Edgar, apodado Musch.
(4) Henry Edward Guy, apodado Guido.
(5) Jenny Evekine Frances, apodada Franziska.
(6) Jenny Julia Eleonor, apodada Tussy.

 

 

 

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